La gitana dormida (1897) Henri Rousseau
Cuenta nuestra abuelita una historia de su infancia, acaecida allá en la hacienda “El Jazminal” a principios del siglo XX por el estado de Zacatecas, en que su mamá doña Juanita Del Valle, dama piadosa y de buenas costumbres, muy preocupada por la salvación de las almas, observaba con cierta inquietud la vida disipada de una mujer campesina de la hacienda y del bienestar de sus múltiples chilpayates, que año con año aumentaban en número al igual que el de sus distintos padres; acudió pues a verla para platicar con ella y tocar su conciencia en cuanto a la responsabilidad que la formación de cada hijo implicaba, pues no era cuestión solamente de traerlos al mundo sino de procurarles lo necesario para hacerlos personas de bien.
A la pregunta de doña Juanita: ¬- ¿Ha pensado usted las consecuencias de tener cada año un hijo de distinto padre? - Ay patrona, pos ¿qué puedo hacer?- contestó la mujer. – Al menos ya pararle y no seguirse llenando de hijos que no puede atender ni material ni moralmente porque no tienen padre, o mejor dicho todos tienen uno diferente, que igual da porque nadie se hace responsable de ellos. –Pero pos ¿cómo voy a pararle si no soy yo, ni yo tengo la culpa? -¿Ah no? ¿Entonces quién es responsable de esta situación? – Pos yo no sé, porque todo sucede de noche y ¡de noche ni quien vea, dormida ni quien sienta! Respuesta por demás inmoral, cínica e irresponsable.
Escuchando esta anécdota he pensado que esta respuesta bien la podríamos dar cómodamente muchos católicos ante el caos moral que no sólo se avecina, sino que como brava ola del mar ya nos está parando una buena revolcada desde hace rato y apenas salimos de pronto para respirar por instinto para no ahogarnos, pero sin control ya del zangoloteo del resto de nuestros miembros, que en este caso y con todo respeto, no se trata de cualquier cuerpo, sino del mismísimo Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia. Y bien ¿qué extrañas corrientes trae esta ola que nos arrastra con tanta fuerza y nos ha metido agua hasta por la nariz sin apenas poder respirar?
Principalmente 3: relativismo, secularismo y gnosticismo. Bien valdría la pena analizarlas una por una, aunque en este pequeño artículo por cuestiones de espacio, me veré obligada a dedicarle solo unas palabras elementales.
El relativismo es ver lo que cada uno quiere ver parcialmente del cuadro completo y hacer sus propias ideas del pedacito que le conviene, haciendo de cuenta que el resto del cuadro no existe y creando su verdad muy particular, negando todo tipo de valores inmutables pues el tipo de valores sostenidos puede cambiar de acuerdo a lo conveniente del momento. Esto es gravísimo pues implica una micro-ética, es decir, una ética limitada a lo individual, y que se olvida en gran medida de la comunidad y de la comunicación interhumana. Como lo explica el pensador español José María Mardones, S.J. “la ética es individual e interior, pero también social y exterior. No hay ética si la libertad no implica fuerza de unión y superación”.
Por otra parte, el secularismo es la parte anestesiante, pues es sacar a Dios de todo ámbito humano, eliminando la religión pero sobre todo el compromiso de vida que ésta conlleva, así pues la invitación es a vivir el momento sin remordimientos ni preocupaciones y no es que relajarse y desestresarse sea malo, comienza a serlo cuando para lograrlo se deja la racionalidad a un lado, así como el sentido trascendental inherente a la persona y su dignidad, para dar paso a prácticas que satisfagan y agraden al individuo aunque agredan a otros porque los demás poco importan. Así pues muchos católicos hemos sacado a Dios del ámbito familiar, laboral, social, etc. comportándonos como si ni lo conociéramos y marginándole al templo o a la Misa dominical si muy bien nos va, pero el resto de la semana ni pinta en nuestras actividades así como en las relaciones interpersonales. Se nos olvida el temor de fallar o perder a Dios y lo cambiamos por el temor de fallar o perder el éxito humano a costa o en detrimento de quien sea y de lo que sea.
Por último el gnosticismo, habrá quien diga “no, yo a eso no le hago, allá Tom Cruise que está en la cienciología, o el maestro nutrioli que promueve la meditación trascendental y el yoga, pero yo no, seré como sea pero me declaro católico, tal vez no practicante (lo cual es ridículamente imposible, como decir que soy maratonista pero que no lo practico) pero sí creyente”. Como hemos sacado a Dios de nuestro cotidiano, le hemos hecho a un lado como si no existiera porque ni le tomamos parecer sobre nuestras acciones y actitudes, en su lugar que es el centro de nuestra vida y en un pedestal bien alto nos ponemos nosotros en el mejor de los casos o cualquier otro ídolo temporal y con fecha de caducidad, porque como dice San Agustín: “si el hombre no se hinca ante Dios, se hincará ante lo que sea”.
Y así pues de pronto nos encontramos con la grandiosa idea de creer que tenemos la energía y el control pues de alguna manera somos cuasi divinidades deambulantes y encerradas en un cuerpo, que por eso la enfermedad es sólo mera conjetura mental, en nosotros está el sanarnos, que todo lo sabemos y todo lo podemos con sólo mentalizarnos y que en ello está el “secreto”, porque hacia donde tiendan nuestras ideas será meramente lo que atraeremos a nuestra vida.
Bueno, creo que no hay que ser muy listos para darnos cuenta de que “el que anda entre lumbre se quema” o de que “tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe” y para ello no necesitamos sentirnos caballeros jedi, crédulos de que la “fuerza te acompaña”.
La cuestión es que en esta ola de corrientes estrujantes estamos metidos hasta el cuello, aún sin darnos cuenta porque es lo que hemos respirado por mucho tiempo. No amanecimos de un día para otro en esta situación. ¿Qué hicimos?, o mejor ¿qué hemos dejado de hacer los católicos? Porque hoy que volteamos la cara, ya no es ola sino tsunami lo que se avista en el horizonte, así es, el relativismo está dejando de serlo para convertirse en franca intolerancia hacia la expresión libre de nuestros principios, valores y convicciones. Bueno, eso si contamos con ellos porque la cultura en que vivimos no surgió de generación espontánea, ¿entonces qué?, ¿nos han llevado al baile o nos hemos dejado llevar al baile? ¿No será que gran parte de la cultura de muerte que estamos viviendo es producto de nuestra irresponsabilidad, postergación y egoísmo cínico? Tal vez ante tanta situación indeseable (violencia, intolerancia, inmoralidad, etc.) se nos podría antojar justificarnos como aquella campesina insolente y comodona de la hacienda “El Jazminal”: – Pos yo no sé, porque todo sucede de noche y ¡de noche ni quién vea, dormida ni quién sienta!-.
Bartimeo: “Señor, que vea”. (Mc 10, 51)
Muy bueno, felicidades
ResponderEliminarPodemos ahondar en algún punto que les interese, se aceptan todas las sugerencias.
ResponderEliminar¿Se podría algo sobre relativismo? gracias
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