19 mar 2018

Oración para liberar a México

Estamos viviendo tiempos muy difíciles y ni siquiera nos damos cuenta de la gravedad. 

Vivimos como dormidos, anestesiados, ante un sin fin de cosas, sucesos y acontecimientos que nos rebasan y que pareciera que poco nos importan, aunque mucho nos afectan.
                              
                         ¿Creemos?     ¡Hay que demostrarlo!

Es tiempo de despertar y de luchar por lo que queremos: nuestra familia, nuestra Patria y para esto nada mejor que el rezo diario del Santo Rosario; obviamente acompañado de una vida de piedad: frecuencia en la recepción de sacramentos, visitas al santísimo, misa, mucha oración (sobre todo de reparación), pero sobre todo congruencia de vida. 

Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las               huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales.                                                                                                                    Efesios 6:12



Llegó a mis manos una oración que dice fue dictada por el Arcángel San Miguel* en Polonia el 29 de septiembre del 2011.

                            Oración poderosa para expulsar al maligno:

"Santísima Trinidad. un solo Dios, ruego humildemente por la intercesión de la Santísima Virgen María, y la de todos los ángeles y santos para que nos des la enorme gracia de poder vencer las fuerzas del mal en ** México (nombra los demás países que desees)... y en todo el mundo, por los méritos de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, quien derramó Su Preciosísima Sangre por todos nosotros, por Sus llagas Sagradas, por Su Pasión y Muerte en la Cruz y por los sufrimientos que Nuestro Señor y Salvador sobrellevó durante toda Su vida aquí en la tierra.

Nuestro Señor Jesucristo, te imploramos que envíes a Tus ángeles santos para echar a todas las fuerzas del mal al infierno y a la condenación eterna - en México-... (nombra los demás países que desees)... y en todo el mundo. Que llegue a nosotros Tu Reino y Tu Gracia sea esparcida a cada uno de los corazones para que se llenen de Tu Paz.

Oh Reina Celestial y Madre nuestra, Santísima Virgen María,con el corazón puro te imploramos que por favor envíes a tus ángeles santos a arrojar al infierno y a la condenación eterna a todos los espíritus malignos.

Arcángel San Miguel, comandante de las fuerzas celestiales. Nuestro Señor te puso a cargo de llevar a cabo esta enorme tarea, para que Su Gracia sea desparramada para siempre en todos nosotros. Guía a tu armada celestial para que las fuerzas del mal sean arrojadas al infierno, a la condenación eterna. Unifica todas tus fuerzas para derrotar a Lucifer y a sus ángeles caídos, que se rebelaron contra la Voluntad de Dios y ahora trabajan para destruir nuestras almas. Sé victorioso pues Dios te ha otorgado el poder y la autoridad para combatir las fuerzas del mal. Pide a Dios que nos dé la gracia de Su Paz y de Su Amor para que podamos seguir siempre a Nuestro señor hacia su Reino Celestial, Amén". 


*Cada vez que se recita esta oración 50 mil demonios son arrojados a la condenación eterna. Esta es una enorme gracia.¡Díganlo tan frecuentemente como puedan! Este es el regalo más grande de Dios para todos ustedes, a través de mí, en ocasión de mi fiesta. De esta manera, ustedes pueden ser instrumentos para liberarse de las garras  del enemigo del mal en nuestros países. Los poderes del mal tiemblan cuando se recita esta plegaria porque son condenados para toda la eternidad. Esta oración puede liberar a nuestro país y al mundo entero de las fuerzas y de la influencia del mal.
                                                                                     Arcángel San Miguel


**Nota: 
Polonia recibió esta enorme gracia del Arcángel San Miguel. Como señal de gratitud, en todas las traducciones, primero mencionamos a Polonia, al difundir y compartir este mensaje con el mundo entero.

21 ago 2012

En todo momento, María

Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María. Si eres agitado de las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, o la avaricia, o el deleite carnal impele violentamente la navecilla de tu alma, mira a María. Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima sin suelo de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si ella te ampara.
(San Bernardo, Sobre la excelencias de la Virgen Madre, 2, 17).

20 jul 2012

Examen de conciencia

A veces a regañadientes, a veces por propia voluntad y otras más por necesidad los seres humanos durante la vida nos vemos sometidos a un sinfín de exámenes. Hay que reconocer que a la mayoría no nos gusta ser evaluados, sin embargo, lo hacemos pensando en la obtención de un bien.

Generalmente este bien puede observarse mejor cuando es externo. Por ejemplo,  conseguir un buen trabajo, una promoción, la obtención de algún certificado, un reconocimiento, etcétera. Visualizar el bien, o los bienes, nos permite aceptar, cuando no hasta promover una serie de exámenes de evaluación, paro lo cual nos preparamos con ahínco y dedicación. A veces hasta contratamos cursos de capacitación para prepararnos y salir muy bien valorados.

Esto es muy diferente cuando el objeto de la evaluación cambia del hacer al ser. El ser humano unidad de cuerpo y alma, poco se ocupa de las cosas del alma.

Hay que aceptar que realmente son pocas las personas que se preparan, reflexionan y se evalúan pensando en la trascendencia, en el fin al que todos estamos llamados: la santidad y la eternidad.

La santidad y la eternidad son bienes mucho más importantes y trascendentes que cualquier otro bien, el problema es que no pueden verse y desearse sino con los ojos de la fe.

Para aquellos interesados en alcanzar estos bienes, existe un medio muy eficaz para tender seriamente a la santidad, es el examen de conciencia.

Hay que aclarar que el llamado examen de conciencia en realidad no es un único examen, sino que representa la acción de reflexión, análisis, propuesta de mejora,  observancia y control de los afectos y defectos del alma que tiende a la perfección,  de la que quiere y pone los medios para ser mejor. Este ejercicio, para que realmente surta efecto, debe llevarse a cabo en forma  habitual.

El examen de conciencia nos obliga a saber que hay “adentro”, que nos pasa, qué hemos hecho, a dónde queremos llegar, cómo vamos.

El examen de conciencia ayuda a hacer una buena confesión, a combatir vicios y a desarrollar virtudes, a elaborar y revisar el plan de vida, para trabajar sobre un defecto particular, para ocuparse de una acción y hacerla como corresponde, para el autoconocimiento y autocontrol que dicho sea de paso son la base de cualquier desarrollo. Alonso Rodríguez[1] aporta una larga lista de santos, tanto de la época patrística como posteriores, que los recomienda vivamente como acto diario: San Agustín, San Basilio, San Antonio Abad, San Bernardo, San Juan Crisóstomo, etc. Incluso, en otro orden de cosas, menciona cómo fue practicado por filósofos paganos tales como Pitágoras, Séneca, Plutarco, etc. San Ignacio de Loyola mandó en sus Constituciones que los miembros de la Compañía lo hicieran dos veces al día. “Y en cierta manera –comenta Rodríguez– estimaba más el examen que la oración; porque con el examen se ha de ir ejercitando y poniendo por obra lo que uno saca de la oración, que es la mortificación de sus pasiones y extirpación de sus vicios y defectos... El P. Pedro Fabro era de las primeras devociones que daba a los que trataba”[2].

Si estamos dispuestos a someternos a un sinfín de exámenes para alcanzar bienes terrenos, por qué no fijarnos en el fin más importante, en el bien trascendente, en el que trae paz interior, plenitud, verdadera felicidad, en aquello por lo que vale la pena disciplinarse, abnegarse, comprometerse y ser congruente para conseguirlo.



[1] Cf. Alonso Rodríguez, Ejercicio de perfección..., VII; Scaramelli, Directorio Ascético y Místico, I, IX.
[2] Alonso Rodríguez, Ejercicio de perfección..., VII,1.

27 jun 2012

De cara a las elecciones

 
Oración para pedir por un gobernante

Señor, tú conoces bien nuestras necesidades y todas las aflicciones de nuestra vida moderna. Tú conoces el corazón de quienes nos han de gobernar. Por ello, te pedimos, con gran humildad y con todo nuestro corazón, que nos des un Gobernante según tu corazón.

Señor, danos un Gobernante que te obedezca y que te sea fiel en todo momento, como Moisés. Que genere leyes que permitan que se establezca tu Reino, un Reino de justicia y de paz. Que tenga una fe tan grande como para hacer que se abran no sólo los mares, sino los corazones; que pueda hacer brotar de la roca de la injusticia el agua viva de la caridad, de manera que no falte nada a nadie, así los que poco tienen no les faltará y los que mucho tienen no les sobrará.

Señor, danos un Gobernante que nos gobierne como Samuel. Un Gobernante que tenga intimidad contigo, que te conozca y respete. Que pueda conducir al pueblo en esta etapa tan importante por la que pasa la humanidad, una etapa de transición hacia un mundo cibernético y tecnologizado, que corre el peligro del individualismo y la alienación. De un mundo que se encierra en sí mismo y no ve más allá de lo material. Danos un Gobernante que nos ayude a volver a centrar nuestros ojos en lo espiritual, en lo trascendente, en lo eterno.

Danos, Señor, un Gobernante que te ame por sobre todas las cosas y que sea valiente para pelear tus batallas como lo hizo David. Que tenga tu fuerza y tu Espíritu para guiar al pueblo y establecer la paz. Que tenga un corazón humilde para que confíe sólo en ti. Un Gobernante como David, que ame profundamente a tu pueblo y que, aun en situaciones difíciles, sepa conservar la fe.

Danos, Señor, un Gobernante como Salomón, que tenga sabiduría y juicio para conducir a tu pueblo. Que con su sabiduría lleve a nuestro pueblo a gozar, como en tiempos de Salomón, de bienestar económico y de progreso, de tal suerte que hasta las naciones lejanas se admiren de lo que tú has hecho a través de un Gobernante tan sabio.

Danos, Señor, un Gobernante como Nehemías, que nos ayude a reconstruir nuestro país, hoy devastado por la inseguridad y el egoísmo de muchos de nosotros.

Finalmente, danos un Gobernante como Judas Macabeo, que nos impulse a combatir a los enemigos del pueblo: La injusticia, la pasividad, la corrupción, el abuso. Que nos conduzca en esta guerra contra nuestras pasiones y restablezca la soberanía de tu amor entre nosotros. Que podamos desterrar de nosotros el materialismo que nos destruye para poder volver a ponerte al centro de nuestras vidas.

Señor, hoy más que nunca necesitamos de tu ayuda. Guía por medio de tu Espíritu Santo nuestro corazón y ayúdanos a elegir conforme a tu voluntad. Nos abrimos a tu amor para que seas tú quien elija, a través de nosotros, a la persona que nos guiará y nos ayudará a construir tu Reino aquí en nuestro amado país.

Escucha a tu pueblo, Señor, te lo pedimos, por la intercesión de nuestra Madre Santísima, la Virgen de Guadalupe, quien nos prometió tu asistencia en nuestros momentos más importantes.

Amén.

Isaac Centeno Contreras

17 jun 2012

LA CONSISTENCIA EN EL CAMINO ESPIRITUAL


 Reflexión sobre la necesidad de una espiritualidad concreta.

La vida espiritual es sin duda, en lo sobrenatural, la misma. Sin embargo, los seres humanos viven en lo contingente, en un momento histórico y unas circunstancias determinadas, en una condición de vida específica. Cada cual tiene un estado de vida concreto: solteros, casados o consagrados; un trabajo, ya sea en el hogar o en el mundo laboral. En fin, aunque la vida espiritual, en lo trascendente tiene el mismo origen, es decir el Espíritu Santo, se concreta en nuestra vida temporal en una espiritualidad específica. Esto explica, en parte al menos, que haya diversas familias y caminos espirituales. Por ejemplo, por citar solamente a las grandes escuelas: la espiritualidad Benedictina, la Ignaciana, la Franciscana, la Dominicana o la Carmelita.

Una característica muy importante de cada una de estas espiritualidades es su congruencia interna. Cada una de ellas representa un modelo, un estilo de vida especiífico. Si bien todas tiene elementos de contemplación y de acción, algunas son en especial contemplativas, mientras que otras están más abocadas al servicio en el mundo. Las Carmelitas, por ejemplo, viven en mayor grado una vida de oración comparada con, por ejemplo, la familia Dominicana. Es muy importante reconocer que son caminos diferentes que corresponden a diversos carismas. Ya San Pablo aclaraba que en la Iglesia hay muchos y diversos carismas, por ejemplo profetas y maestros, que juntos forman el Cuerpo de Cristo.

Cada uno de estos caminos espirituales tiene una consistencia interna, una serie de prácticas, actitudes y estilos de vida que, llevados correctamente, conducen a cada persona al cumplimiento de su misión en la vida y favorecen su ascenso hacia la santidad.

En principio, a menos que el Señor específicamente así lo quiera, estos diversos caminos espirituales no pueden ser mezclados sin disminuir su eficacia. Por ejemplo, sería sumamente difícil, si no imposible, pretender vivir al estilo de vida cistersense, apartados del mundo, y al mismo tiempo lograr grandes resultados mediante la predicación o el servicio en el mundo. La contradicción, tan obvia en este ejemplo extremo, no es tan simple de descubrir cuando se comparan otras espiritualidades.

Los laicos, usualmente no se preocupan de estudiar cada una de estas espiritualidades, de experimentarlas en su caso, para descubrir a cual es a la que el Señor les llama. Como resultado,  usualmente no reconocen cual es su especial carisma, y de hecho raramente se identifican con alguna espiritualidad. Se debe ser  consciente de las dificultades que esta actitud, este descuido, opone al crecimiento espiritual.

Es muy frecuente que un día, leyendo la vida de Santa Teresa por ejemplo, se sientan  impulsados a la vía mística, y al siguiente, leyendo o escuchando algo de la vida de Santo Tomás de Aquino, se decidan por el camino de la Sabiduría. El resultado de esta práctica es que, al final, no se hace ni lo uno ni lo otro, y por tanto se produce en el creyente la convicción (en muchos casos cierta) de que por más que se esfuerza, no avanza casi nada en el camino espiritual.  Otras veces se produce en el creyente una gran confusión sobre la mejor manera de vivir su experiencia espiritual personal. Muy diferente sería sí, con  la inspiración del Espíritu Santo, se adoptara una espiritualidad específica, y se siguiera de marea consistente y perseverante.

Hay espiritualidades pensadas especialmente para los laicos, usualmente derivadas de las grandes familias. Así, por ejemplo, los Franciscanos tienen a la "tercera orden" y los  Benedictinos a los "oblatos". El autor, tanto por la vía del estudio como de la experiencia personal, se atreve a recomendarte, amable lector, a la espiritualidad Ignaciana  seglar como especialmente adecuada para los laicos de este tiempo (se puede buscar en internet "comunidad de vida cristiana" y se encontrará abundante información al respecto).

La espiritualidad Ignaciana, aunque es imposible de resumir en este brevísimo texto, se distingue por tener prácticas de oración, de meditación y un estilo de vida muy apropiado para quienes vivimos en medio de este mundo, sin ser de él, y deseamos servir a Dios en la construcción del Reino.

Si hay oportunidad, ya se hablará de la espiritualidad Ignaciana seglar en otra ocasión. Por el momento, basta invitarte, querido lector, a conocer y meditar sobre las distintas espiritualidades, y encontrar (en oración) aquélla a la que el Señor te llama, y a vivirla de manera consistente, sin mezclarla arbitrariamente con otras. Te aseguro que, por este camino, avanzarás más rápidamente, y de manera más segura en el camino de la santificación y el cumplimiento de la voluntad de Dios.


En todo amar y servir
Juan Ignacio Aquinas

4 jun 2012

LA MIRADA DE LA VIRGEN


Meditación ante un cuadro de Leonardo da Vinci

Para Aitana, que me enseñó a
encontrar a Dios en el arte

Recientemente se presentó en el museo de Louvre el cuadro restaurado de "Santa Anna y la Virgen" de Leonardo da Vinci, que es nada menos que su última pintura. De hecho, aunque en detalles mínimos, es una obra inacabada, pues le sorprendió la muerte antes de terminarla.

Mas allá de su perfección artística, el cuadro es fruto de una muy larga reflexión religiosa de Leonardo, y eso es lo que interesa destacar en esta breve meditación.

En primer término, es necesario comentar que Leonardo trabajó al menos 20 años en la elaboración de esta pintura. Para su realización, hizo numerosos estudios, cientos tal vez, primero para definir la composición y luego para cada uno de los detalles. En este cuadro, sin duda, ponía en juego no solo su arte de pintor (por cierto inigualado hasta hoy), sino su profundo amor por la Virgen y Jesús. Nada fue obra de la casualidad o de un "momento de inspiración", sino resultado de una profunda meditación, no solo de los aspectos artísticos, sino del mensaje espiritual que quería transmitir. El arte, en este caso como pocas veces, buscaba su perfección para transmitir una idea aún más perfecta, una idea teológica y espiritual sobre la relación entre  Santa Ana, la Virgen y el niño Jesús.

A continuación, una reproducción de esta magnifica pintura, que fácilmente puede obtenerse en Internet.


Interesa, para los propósitos de esta breve meditación, observar con sumo cuidado los rostros de Jesús, de la Virgen y de Santa Ana. La mirada que cruzan la Virgen y el Cristo Niño es de una enorme belleza y significado. Jesus toma al cordero, y este gesto es símbolo de la aceptación de su misión redentora, y de todo el sufrimiento que ello va a ocasionar, para Él y para su amada Madre. La Virgen entiende también lo que este momento significa, y sostiene a Jesus levemente con sus manos, le apoya y fortalece con su amor maternal, que tanto bien hará a Jesús cuando, desde la soledad de la cruz, vea a su lado a su Santísima Madre. Sin embargo, en la representación de Leonardo, la Virgen no detiene a Jesús, no se  aferra a Él, aceptando de este modo también lo que ha de venir, y mirando con profundo amor a su Hijo. Jesús, por su parte, aún con el símbolo de su sacrificio en sus manos y sosteniéndolo además con un pié, dirige a su Madre una mirada amorosa, como confortándola. Una mirada de mutuo amor y comprensión entre el Salvador y su Madre que expresa la eterna unión que ambos viven desde el momento de la Anunciación.

La Virgen y Jesús unidos, de la manera tan sutilmente expresada en esa mirada, en la misma misión: la salvación del género humano. Esta misión, y esta unión entre las dos almas mas santas que han existido y que pueden existir, una humana y otra humana y divina, se prolongará en el cielo y en el tiempo, hasta que se consume la obra redentora y todos los que han de ser salvados, hijos espirituales de María, alcancen la bienaventuranza. 

Esa mirada amorosa de la Virgen a Jesús, la dirige ahora también a sus hijos espirituales, a lo largo de la historia ¿No viene a la memoria la mirada de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego registrada en la tilma milagrosa? ¿Y no resuenan en la memoria las palabras de la Virgen "¿No estoy aquí yo que soy tu Madre"? Acaso es lo que quiere expresar, conforme la intención de Leonardo, la Virgen a Jesús en esta obra maestra de la pintura.

En la oración del Salve Regina pedimos a la Virgen que dirija a nosotros su mirada misericordiosa, y es que sabemos que si ella nos mira, Jesús nos verá también a través de los ojos amados de su Madre, en esa mutua comprensión y conocimiento que esta obra de arte refleja.

Santa Ana, por su parte, representada por Leonardo con un bello rostro de edad indefinida, mira amorosamente la escena, transmitiendo a la Virgen, a quien sostiene en sus piernas, la serenidad de la sabiduría que brinda la edad. Santa Anna, que mira a Jesús de manera por demás cariñosa, parece observarlo a través de la Virgen ¿Es acaso otro mensaje espiritual de este cuadro, cuidadosamente elaborado de Leonardo? Tal vez nos quiere confirmar el mensaje de un camino espiritual que muchos santos y papas han propuesto: el camino mas seguro a Jesús es su Santísima  Madre.

He aquí, de esta manera, representada en una magistral obra de arte, una verdad teológica: en el camino de la salvación de los hombres, Jesús y María están siempre juntos, en una comunión de amor que es para nosotros incomprensible, aunque por revelación la conozcamos.

Leonardo da Vinci, sin duda logra su propósito: hacernos meditar sobre profundas verdades espirituales a través de su magnífico arte.


En todo amar y servir
Juan Ignacio Aquinas