30 mar 2011

¿De verdad quieres más?

Enredado en su destino. Obra de la pintora aragonesa Manuela Omedas



Muchas veces hemos oído decir que el ser humano es un ser perfectible, con la capacidad siempre de mejorar. Esto quiere decir que somos “en potencia” es decir que podemos, y yo diría que debemos, trabajar con nosotros mismos para obtener lo mejor de cada cual y así poder disfrutar de las mieles del autodominio, de la congruencia, de la unidad. Nadie duda que esto se logre únicamente a través del autoconocimiento y del esfuerzo constante; valores como disciplina, orden, constancia, dedicación son necesarios para la “mejora continua”. Hace algunos años, no tantos, existía un anuncio que hacía referencia a esta necesidad de esfuerzo, mencionaba: “si las cosas que valen la pena fueran fáciles, cualquiera las haría” y todos estábamos de acuerdo.

Sin embargo, hoy en día parece que nos estamos dejando llevar por la confusión, todo es relativo, todo es canjeable, sustituible. Ya no importa ser mejores sino tener más aunque ese más esté en constante detrimento de nuestra propia naturaleza.

Más placer, más comida, más desorden, más, más, más; y efectivamente recibimos siempre más. Libertinaje disfrazado de libertad y que conlleva más dolor, más soledad, más destrucción. Desborde de pasiones que atrapan en la codicia, en la soberbia, en la sensualidad y que nos llevan al encuentro de los instintos más bajos y más destructores.

Y entre más nos dejemos llevar más nos perdemos, más nos desestabilizamos, más nos animalizamos.

Es tiempo de reflexionar, si es que todavía puedes diferenciar, te darás cuenta que no siempre más es mejor, que en ese mundo solo hay más perdición, más podredumbre, más obscuridad, más desesperación.

22 mar 2011

El manual de Carreño o Manual de urbanidad y buenas costumbres para la Misa


Llevo varios días dándole vueltas a la idea, asisto a la Misa los domingos y observando el comportamiento de las personas creo que es importante hacer un pequeño comentario.
En la iglesia al asistir a la Misa veo como la gente se saluda, se abrazan y se preguntan cómo están. Más adelante al ocupar sus lugares siguen comentado acerca del video del presunto culpable, de las ofertas del Costco, del partido de futbol, algunos niños llevan sus gameboys, los más grandes mandando su mensajes por celular.
De pronto veo a dos jóvenes de la banca de adelante que platican divertidamente sobre los anecdóticos sucesos del día anterior, al fin llega la mamá y pienso, ¡qué bueno ya los pondrá en paz! y oh sorpresa…la mamá se incorpora alegremente a la plática y contribuye a la algarabía del momento. En la banca de más allá a la derecha la jovencita está chateando con su Iphone, sentada entre sus dos abuelos, y pienso: “son personas mayores, van decirle que lo guarde, que no es lugar ni momento”, pero oh sorpresa otra vez, el abuelito saca su Blackberry y comienza a leer sus correos. Uppsss! Ni para donde hacerse.
Entonces me pongo a pensar, creo que nos falta un Manual de Carreño o Manual de urbanidad y buenas costumbres para la Misa, ese libro que ahora sólo se evoca cuando queremos señalarle a alguien que debe mejorar sus modales. Pero no creen que sería fantástico un libro en el que nos pudieran reeducar acerca del comportamiento en ese lugar especial en el que estamos, es decir, en el Templo. No hay conciencia de que muchas personas quisieran estar en paz y meditando en intimidad con Dios, y se nos hace partícipes obligados de conversaciones ajenas. Se oye el murmullo de las voces a veces alcanzando un volumen realmente alto. ¿No sabemos dónde estamos?, quizá nuestras mamás ya no pudieron educarnos.
Siguiendo con lo anterior, sería importante revisar también nuestro atuendo, que fuera discreto, sencillo, y sobre todo respetuoso de los demás y de Aquel a quien vamos a ver.
Está bien que la vida moderna nos ha liberado de ciertos atavismos y supersticiones sin embargo a veces en ese afán de liberación nos pasamos al extremo contrario. La tolerancia mal enfocada nos lleva al relativismo y a la falta de consideración por el otro.
Por eso propongo escribir un nuevo Manual de buenas maneras para la Misa, para que los que acudimos podamos ser signos de devoción, de entrega; que el fervor se respire en el silencio.
En una ocasión durante un curso de oración nos enseñaron que el cuerpo también participa en la oración, que la postura puede ser factor que habilite o inhiba; caray, qué mensajes estamos enviando con nuestras posturas y gestos en Misa. Por supuesto que lo que digo al primero que afecta es a mí, esto es palabra como espada de doble filo y por supuesto que ni por asomo soy modelo de devoción y santidad. Sólo pienso que podemos ayudarnos unos a otros a mejorar nuestra oración y participación en la Misa.
Ojalá los papá nos ayuden a todos a educarnos, que sean ejemplo para sus hijos porque si no, quién nos va a educar como sociedad. Ojalá los sacerdotes nos recuerden en cada Misa: el silencio, la postura, la devoción, la atención, la preparación, los gestos; que oremos con todo nuestro ser.
Parte de la explicación de tanta violencia y tanto abuso, tanta corrupción en nuestras naciones es que alguien dejó de hacer su trabajo como educador, alguien nos abandonó, alguien permitió que nos fijáramos solamente en nuestro bienestar sin pensar en la afectación de otros. Alguien no se preocupó por hacernos crecer en el amor.
Sin embargo, aún estamos a tiempo, y creo que comenzar en ese lugar sagrado de encuentro con el Señor que es la celebración de la Misa, es un buen lugar para comenzar.

Respetuosamente
El ciego de nacimiento (Juan 9)