Muchas veces hemos oído decir que el ser humano es un ser perfectible, con la capacidad siempre de mejorar. Esto quiere decir que somos “en potencia” es decir que podemos, y yo diría que debemos, trabajar con nosotros mismos para obtener lo mejor de cada cual y así poder disfrutar de las mieles del autodominio, de la congruencia, de la unidad. Nadie duda que esto se logre únicamente a través del autoconocimiento y del esfuerzo constante; valores como disciplina, orden, constancia, dedicación son necesarios para la “mejora continua”. Hace algunos años, no tantos, existía un anuncio que hacía referencia a esta necesidad de esfuerzo, mencionaba: “si las cosas que valen la pena fueran fáciles, cualquiera las haría” y todos estábamos de acuerdo.
Sin embargo, hoy en día parece que nos estamos dejando llevar por la confusión, todo es relativo, todo es canjeable, sustituible. Ya no importa ser mejores sino tener más aunque ese más esté en constante detrimento de nuestra propia naturaleza.
Más placer, más comida, más desorden, más, más, más; y efectivamente recibimos siempre más. Libertinaje disfrazado de libertad y que conlleva más dolor, más soledad, más destrucción. Desborde de pasiones que atrapan en la codicia, en la soberbia, en la sensualidad y que nos llevan al encuentro de los instintos más bajos y más destructores.
Y entre más nos dejemos llevar más nos perdemos, más nos desestabilizamos, más nos animalizamos.
Es tiempo de reflexionar, si es que todavía puedes diferenciar, te darás cuenta que no siempre más es mejor, que en ese mundo solo hay más perdición, más podredumbre, más obscuridad, más desesperación.
30 mar 2011
¿De verdad quieres más?
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