5 jul 2011

LA CRISIS ACTUAL Y LA CIVILIZACIÓN DEL AMOR

Desde varios años venimos escuchando, de especialistas y entre nuestros conocidos, expresiones que denotan lo mala y delicada que se percibe la situación del mundo. Esta sensación de incertidumbre global se ha visto reforzada a partir de la crisis financiera de 2008, que desembocó en una crisis económica y de deuda de muchos países, en pobreza y hambre en muchos sitios.

Desde luego, la sensación de que nuestro mundo no experimenta una crisis cualquiera, sino una muy grave que pone en riesgo nuestro sistema de creencias y, en definitiva, la sociedad como la conocemos, no es falsa. Esta no es una simple crisis como otras. Es una crisis multidimensional y por tanto sistémica. Es una crisis financiera, económica, alimentaria, moral, ambiental, pero sobre todo es una crisis de sentido. Nuestra sociedad, que creció con la esperanza de desarrollo constante, hoy sabe que está limitada y, más aún, sabe que la riqueza y el consumo -bases del capitalismo - no traen la felicidad, sino nuevas formas de alienación, en la que el ser humano se separa cada vez más de su destino vital, y por tanto sufre.

La historia nos enseña que en épocas de crisis de la civilización, como la que vivimos, el primer paso es regresar a revisar nuestros valores fundamentales, para de ellos, afirmados o modificados, establecer los nuevos que nos lleven a un nuevo proyecto de futuro, a un sueño humano diferente. Desafortunadamente, hoy el sueño del hombre es una pesadilla (basta ver el arte actual y las expresiones culturales prevalecientes –cine, televisión, internet, libros- para demostrarlo).

Lo primero que debemos reconstruir es nuestro sueño de futuro, y con él renacerá la esperanza, y de ella el impulso que nos permita, sobre lo que quede de esta civilización, construir la nueva. Los católicos nos proponemos construir la "civilización del amor", con todo lo que de ella se deprende. Este es el modelo que nuestro Maestro y Señor propuso y ejemplificó con su vida. Es difícil, ciertamente, pero contamos con el mejor de los aliados: Dios y su Divina Providencia.

Es hora de que los católicos reflexionemos sobre este modelo de civilización, a partir de los numerosos documentos que la Iglesia y diversos seglares nos han propuesto y, creyendo firmemente que la construcción del Reino de Dios es posible, nos pongamos en acción, cada cual en su propia parcela de vida.

Y tú, amable lector, ¿contribuyes a la civilización del amor? Seguramente sabes de qué te hablo.

Juan Ignacio Aquinas

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