27 jun 2012

De cara a las elecciones

 
Oración para pedir por un gobernante

Señor, tú conoces bien nuestras necesidades y todas las aflicciones de nuestra vida moderna. Tú conoces el corazón de quienes nos han de gobernar. Por ello, te pedimos, con gran humildad y con todo nuestro corazón, que nos des un Gobernante según tu corazón.

Señor, danos un Gobernante que te obedezca y que te sea fiel en todo momento, como Moisés. Que genere leyes que permitan que se establezca tu Reino, un Reino de justicia y de paz. Que tenga una fe tan grande como para hacer que se abran no sólo los mares, sino los corazones; que pueda hacer brotar de la roca de la injusticia el agua viva de la caridad, de manera que no falte nada a nadie, así los que poco tienen no les faltará y los que mucho tienen no les sobrará.

Señor, danos un Gobernante que nos gobierne como Samuel. Un Gobernante que tenga intimidad contigo, que te conozca y respete. Que pueda conducir al pueblo en esta etapa tan importante por la que pasa la humanidad, una etapa de transición hacia un mundo cibernético y tecnologizado, que corre el peligro del individualismo y la alienación. De un mundo que se encierra en sí mismo y no ve más allá de lo material. Danos un Gobernante que nos ayude a volver a centrar nuestros ojos en lo espiritual, en lo trascendente, en lo eterno.

Danos, Señor, un Gobernante que te ame por sobre todas las cosas y que sea valiente para pelear tus batallas como lo hizo David. Que tenga tu fuerza y tu Espíritu para guiar al pueblo y establecer la paz. Que tenga un corazón humilde para que confíe sólo en ti. Un Gobernante como David, que ame profundamente a tu pueblo y que, aun en situaciones difíciles, sepa conservar la fe.

Danos, Señor, un Gobernante como Salomón, que tenga sabiduría y juicio para conducir a tu pueblo. Que con su sabiduría lleve a nuestro pueblo a gozar, como en tiempos de Salomón, de bienestar económico y de progreso, de tal suerte que hasta las naciones lejanas se admiren de lo que tú has hecho a través de un Gobernante tan sabio.

Danos, Señor, un Gobernante como Nehemías, que nos ayude a reconstruir nuestro país, hoy devastado por la inseguridad y el egoísmo de muchos de nosotros.

Finalmente, danos un Gobernante como Judas Macabeo, que nos impulse a combatir a los enemigos del pueblo: La injusticia, la pasividad, la corrupción, el abuso. Que nos conduzca en esta guerra contra nuestras pasiones y restablezca la soberanía de tu amor entre nosotros. Que podamos desterrar de nosotros el materialismo que nos destruye para poder volver a ponerte al centro de nuestras vidas.

Señor, hoy más que nunca necesitamos de tu ayuda. Guía por medio de tu Espíritu Santo nuestro corazón y ayúdanos a elegir conforme a tu voluntad. Nos abrimos a tu amor para que seas tú quien elija, a través de nosotros, a la persona que nos guiará y nos ayudará a construir tu Reino aquí en nuestro amado país.

Escucha a tu pueblo, Señor, te lo pedimos, por la intercesión de nuestra Madre Santísima, la Virgen de Guadalupe, quien nos prometió tu asistencia en nuestros momentos más importantes.

Amén.

Isaac Centeno Contreras

17 jun 2012

LA CONSISTENCIA EN EL CAMINO ESPIRITUAL


 Reflexión sobre la necesidad de una espiritualidad concreta.

La vida espiritual es sin duda, en lo sobrenatural, la misma. Sin embargo, los seres humanos viven en lo contingente, en un momento histórico y unas circunstancias determinadas, en una condición de vida específica. Cada cual tiene un estado de vida concreto: solteros, casados o consagrados; un trabajo, ya sea en el hogar o en el mundo laboral. En fin, aunque la vida espiritual, en lo trascendente tiene el mismo origen, es decir el Espíritu Santo, se concreta en nuestra vida temporal en una espiritualidad específica. Esto explica, en parte al menos, que haya diversas familias y caminos espirituales. Por ejemplo, por citar solamente a las grandes escuelas: la espiritualidad Benedictina, la Ignaciana, la Franciscana, la Dominicana o la Carmelita.

Una característica muy importante de cada una de estas espiritualidades es su congruencia interna. Cada una de ellas representa un modelo, un estilo de vida especiífico. Si bien todas tiene elementos de contemplación y de acción, algunas son en especial contemplativas, mientras que otras están más abocadas al servicio en el mundo. Las Carmelitas, por ejemplo, viven en mayor grado una vida de oración comparada con, por ejemplo, la familia Dominicana. Es muy importante reconocer que son caminos diferentes que corresponden a diversos carismas. Ya San Pablo aclaraba que en la Iglesia hay muchos y diversos carismas, por ejemplo profetas y maestros, que juntos forman el Cuerpo de Cristo.

Cada uno de estos caminos espirituales tiene una consistencia interna, una serie de prácticas, actitudes y estilos de vida que, llevados correctamente, conducen a cada persona al cumplimiento de su misión en la vida y favorecen su ascenso hacia la santidad.

En principio, a menos que el Señor específicamente así lo quiera, estos diversos caminos espirituales no pueden ser mezclados sin disminuir su eficacia. Por ejemplo, sería sumamente difícil, si no imposible, pretender vivir al estilo de vida cistersense, apartados del mundo, y al mismo tiempo lograr grandes resultados mediante la predicación o el servicio en el mundo. La contradicción, tan obvia en este ejemplo extremo, no es tan simple de descubrir cuando se comparan otras espiritualidades.

Los laicos, usualmente no se preocupan de estudiar cada una de estas espiritualidades, de experimentarlas en su caso, para descubrir a cual es a la que el Señor les llama. Como resultado,  usualmente no reconocen cual es su especial carisma, y de hecho raramente se identifican con alguna espiritualidad. Se debe ser  consciente de las dificultades que esta actitud, este descuido, opone al crecimiento espiritual.

Es muy frecuente que un día, leyendo la vida de Santa Teresa por ejemplo, se sientan  impulsados a la vía mística, y al siguiente, leyendo o escuchando algo de la vida de Santo Tomás de Aquino, se decidan por el camino de la Sabiduría. El resultado de esta práctica es que, al final, no se hace ni lo uno ni lo otro, y por tanto se produce en el creyente la convicción (en muchos casos cierta) de que por más que se esfuerza, no avanza casi nada en el camino espiritual.  Otras veces se produce en el creyente una gran confusión sobre la mejor manera de vivir su experiencia espiritual personal. Muy diferente sería sí, con  la inspiración del Espíritu Santo, se adoptara una espiritualidad específica, y se siguiera de marea consistente y perseverante.

Hay espiritualidades pensadas especialmente para los laicos, usualmente derivadas de las grandes familias. Así, por ejemplo, los Franciscanos tienen a la "tercera orden" y los  Benedictinos a los "oblatos". El autor, tanto por la vía del estudio como de la experiencia personal, se atreve a recomendarte, amable lector, a la espiritualidad Ignaciana  seglar como especialmente adecuada para los laicos de este tiempo (se puede buscar en internet "comunidad de vida cristiana" y se encontrará abundante información al respecto).

La espiritualidad Ignaciana, aunque es imposible de resumir en este brevísimo texto, se distingue por tener prácticas de oración, de meditación y un estilo de vida muy apropiado para quienes vivimos en medio de este mundo, sin ser de él, y deseamos servir a Dios en la construcción del Reino.

Si hay oportunidad, ya se hablará de la espiritualidad Ignaciana seglar en otra ocasión. Por el momento, basta invitarte, querido lector, a conocer y meditar sobre las distintas espiritualidades, y encontrar (en oración) aquélla a la que el Señor te llama, y a vivirla de manera consistente, sin mezclarla arbitrariamente con otras. Te aseguro que, por este camino, avanzarás más rápidamente, y de manera más segura en el camino de la santificación y el cumplimiento de la voluntad de Dios.


En todo amar y servir
Juan Ignacio Aquinas

4 jun 2012

LA MIRADA DE LA VIRGEN


Meditación ante un cuadro de Leonardo da Vinci

Para Aitana, que me enseñó a
encontrar a Dios en el arte

Recientemente se presentó en el museo de Louvre el cuadro restaurado de "Santa Anna y la Virgen" de Leonardo da Vinci, que es nada menos que su última pintura. De hecho, aunque en detalles mínimos, es una obra inacabada, pues le sorprendió la muerte antes de terminarla.

Mas allá de su perfección artística, el cuadro es fruto de una muy larga reflexión religiosa de Leonardo, y eso es lo que interesa destacar en esta breve meditación.

En primer término, es necesario comentar que Leonardo trabajó al menos 20 años en la elaboración de esta pintura. Para su realización, hizo numerosos estudios, cientos tal vez, primero para definir la composición y luego para cada uno de los detalles. En este cuadro, sin duda, ponía en juego no solo su arte de pintor (por cierto inigualado hasta hoy), sino su profundo amor por la Virgen y Jesús. Nada fue obra de la casualidad o de un "momento de inspiración", sino resultado de una profunda meditación, no solo de los aspectos artísticos, sino del mensaje espiritual que quería transmitir. El arte, en este caso como pocas veces, buscaba su perfección para transmitir una idea aún más perfecta, una idea teológica y espiritual sobre la relación entre  Santa Ana, la Virgen y el niño Jesús.

A continuación, una reproducción de esta magnifica pintura, que fácilmente puede obtenerse en Internet.


Interesa, para los propósitos de esta breve meditación, observar con sumo cuidado los rostros de Jesús, de la Virgen y de Santa Ana. La mirada que cruzan la Virgen y el Cristo Niño es de una enorme belleza y significado. Jesus toma al cordero, y este gesto es símbolo de la aceptación de su misión redentora, y de todo el sufrimiento que ello va a ocasionar, para Él y para su amada Madre. La Virgen entiende también lo que este momento significa, y sostiene a Jesus levemente con sus manos, le apoya y fortalece con su amor maternal, que tanto bien hará a Jesús cuando, desde la soledad de la cruz, vea a su lado a su Santísima Madre. Sin embargo, en la representación de Leonardo, la Virgen no detiene a Jesús, no se  aferra a Él, aceptando de este modo también lo que ha de venir, y mirando con profundo amor a su Hijo. Jesús, por su parte, aún con el símbolo de su sacrificio en sus manos y sosteniéndolo además con un pié, dirige a su Madre una mirada amorosa, como confortándola. Una mirada de mutuo amor y comprensión entre el Salvador y su Madre que expresa la eterna unión que ambos viven desde el momento de la Anunciación.

La Virgen y Jesús unidos, de la manera tan sutilmente expresada en esa mirada, en la misma misión: la salvación del género humano. Esta misión, y esta unión entre las dos almas mas santas que han existido y que pueden existir, una humana y otra humana y divina, se prolongará en el cielo y en el tiempo, hasta que se consume la obra redentora y todos los que han de ser salvados, hijos espirituales de María, alcancen la bienaventuranza. 

Esa mirada amorosa de la Virgen a Jesús, la dirige ahora también a sus hijos espirituales, a lo largo de la historia ¿No viene a la memoria la mirada de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego registrada en la tilma milagrosa? ¿Y no resuenan en la memoria las palabras de la Virgen "¿No estoy aquí yo que soy tu Madre"? Acaso es lo que quiere expresar, conforme la intención de Leonardo, la Virgen a Jesús en esta obra maestra de la pintura.

En la oración del Salve Regina pedimos a la Virgen que dirija a nosotros su mirada misericordiosa, y es que sabemos que si ella nos mira, Jesús nos verá también a través de los ojos amados de su Madre, en esa mutua comprensión y conocimiento que esta obra de arte refleja.

Santa Ana, por su parte, representada por Leonardo con un bello rostro de edad indefinida, mira amorosamente la escena, transmitiendo a la Virgen, a quien sostiene en sus piernas, la serenidad de la sabiduría que brinda la edad. Santa Anna, que mira a Jesús de manera por demás cariñosa, parece observarlo a través de la Virgen ¿Es acaso otro mensaje espiritual de este cuadro, cuidadosamente elaborado de Leonardo? Tal vez nos quiere confirmar el mensaje de un camino espiritual que muchos santos y papas han propuesto: el camino mas seguro a Jesús es su Santísima  Madre.

He aquí, de esta manera, representada en una magistral obra de arte, una verdad teológica: en el camino de la salvación de los hombres, Jesús y María están siempre juntos, en una comunión de amor que es para nosotros incomprensible, aunque por revelación la conozcamos.

Leonardo da Vinci, sin duda logra su propósito: hacernos meditar sobre profundas verdades espirituales a través de su magnífico arte.


En todo amar y servir
Juan Ignacio Aquinas