27 mar 2012

Se acerca Semana Santa

Última semana de cuaresma, tiempo de conversión y transformación. Oportunidad única para el encuentro con quién nos ama de verdad, no la desperdiciemos. Abramos nuestras puertas para que entre la luz, para la experiencia del amor que tanto necesitamos. Preparémonos para vivir esta Semana Santa. 

Y ya que a Dios se le conoce en la oración, les trascribo una meditación del Papa que de manera elocuente nos invita a reanudar nuestra conversación con Dios.

Meditación del Papa

Alguno de vosotros podría tal vez identificarse con la descripción que Edith Stein hizo de su propia adolescencia, ella, que vivió después en el Carmelo de Colonia: "Había perdido consciente y deliberadamente la costumbre de rezar". Durante estos días podréis recobrar la experiencia vibrante de la oración como diálogo con Dios, del que sabemos que nos ama y al que, a la vez, queremos amar. Quisiera decir a todos insistentemente: Abrid vuestro corazón a Dios. Dejaos sorprender por Cristo. Dadle el "derecho a hablaros" durante estos días. Abrid las puertas de vuestra libertad a su amor misericordioso. Presentad vuestras alegrías y vuestras penas a Cristo, dejando que él ilumine con su luz vuestra mente y toque con su gracia vuestro corazón. En estos días bendecidos con la alegría y el deseo de compartir, haced la experiencia liberadora de la Iglesia como lugar de la misericordia y de la ternura de Dios para con los hombres. En la Iglesia y mediante la Iglesia llegaréis a Cristo, que os espera.(Benedicto XVI, Jueves 18 de agosto de 2005)

Ojala que el fruto de esta Cuaresma sea abrirnos verdaderamente a nuestro Señor con generosidad, con libertad, para que podamos comprender realmente lo que Jesucristo nos quiere transmitir.

13 mar 2012

El discípulo amado

Los santos, nos enseña la Iglesia, son ejemplos a seguir en nuestro propio camino a la santidad. Y sin duda en la historia se encuentran muchos y dignos de emular. Sin embargo hay un discípulo del Señor singularmente grande en el Reino, de cuya vida sabemos poco, tal vez porque su obra es grandiosa en la historia del cristianismo, tal vez porque, como fiel seguidor de Jesús, se hace pequeño para que brille sólo la luz de Cristo. Me refiero a San Juan Evangelista.

Sabemos que San Juan, antes de conocer a Jesús, ya era un joven hambriento de encontrar a Dios, pues era de uno los seguidores del Bautista. Y ese es el primer rasgo a imitar del futuro evangelista, pues habla de un espíritu no sólo dispuesto, sino que busca activamente al verdadero Dios y su palabra.

San Juan fue el primero, junto con Andrés, en buscar al Señor, tras escuchar la misteriosa frase del Bautista "he aquí el cordero que quita el pecado del mundo" . Primero entre los discípulos, sería el único que a partir de ese momento le seguiría hasta el pie de la cruz, primero también en llegar a la tumba vacía del Resucitado, primero que " vio y creyó".

San Juan es llamado en el Evangelio discípulo amado, nombre privilegiado cual ninguno, pues si sabemos que Dios no ama a todos, cuan grande no será esa distinción que el propio Espíritu Santo, que inspira la Palabra de Dios, le reconoce así. Y sin embargo, para ejemplo nuestro, San Juan es humilde en extremo, tanto así que en su Evangelio no se nombra nunca y se refiere a sí mismo solamente lo indispensable para ilustrar su narración.

Es conveniente meditar en especial en San Juan al pie de la cruz del Salvador. No sólo destacar su valor y fidelidad, que muchos buenos cristianos han imitado desde entonces y a la que todos estamos obligados. Deseo llamar la atención sobre el misterioso papel espiritual de San Juan en esos momentos. En cierto sentido, el discípulo amado representaba, en ese momento, a todos los discípulos del futuro, en él encontró Jesús consuelo, fortaleza y el amor que tantos otros le negaban. A San Juan pudo el Señor confiarle a quien más amaba en la tierra, a la Santísima Virgen, y no sólo eso, sino que desde ese momento fue San Juan nombrado hijo de la Virgen y ella su Madre (¡que inconmensurable privilegio, ocupar el lugar del Señor como hijo de María!). Y, en el misterio de la comunión de los santos, todos los discípulos tenemos desde entonces por Madre a la Santísima Virgen María.

San Juan, como han dicho muchos teólogos, abre también para nosotros los misterios del Sagrado Corazón de Jesús. No es otra la razón por la que nos narra cómo, en la última cena, descansó en el pecho del Señor, que de ese modo le mostró la fuente de la que brota el perfecto amor que nos salva. Es también San Juan, testigo de la crucifixión, quien llama nuestra atención al corazón abierto de nuestro Señor, del que mana el agua y las sangre de nuestra redención, de las que nos alimentamos en cada Eucaristía.

San Juan dedicó su vida entera al servicio del Señor. Desde su adolescencia y hasta su muerte, no tuvo otra tarea ni otro propósito que proclamar la Verdad que cautivó su corazón. Ningún otro amor le distrajo, sino al contrario, aprendió a amarlo todo y a todos desde el amor de Cristo.

No escatimó esfuerzo ni se arredró ante riesgo alguno. Cuidó y acompañó a la Virgen hasta su ascensión al cielo, habiendo vivido con ella el destierro durante la primera persecución de la Iglesia, transladándose a Antioquía, tierra pagana a la que evangelizó. Sirvió con amor y dedicación a la Virgen, y sin duda encontró en ella no solo una madre, sino la mejor maestra de discípulos, como lo ha sido desde entonces para todos los santos.

Fue martirizado durante la persecución de Dioclesiano, durante la cual fue arrojado a un depósito de aceite hirviente (en Roma lo conmemora una pequeña Iglesia, en el sitio del martirio, conocida como San Giovani in oglio). Milagrosamente preservado de la muerte, fue desterrado a Patmos, para regresar después a Antioquía, donde finalmente moriría de avanzada edad.

San Juan fue el fundador de una activa comunidad cristiana en Asia Menor, que después continuaría iluminando al mundo con figuras tan notables como San Ignacio de Antioquía, uno de sus discípulos primeros, o San Juan Crisóstomo, por mencionar solo dos de los más conocidos.

San Juan es sin duda el discípulo que mejor conoció al Señor, y durante su larga vida enriqueció ese conocimiento con la meditación y reflexión asistida por el Espíritu Santo. Tal vez por ello su Evangelio es el mas difícil, el que exige al lector el mayor esfuerzo y una comprensión previa, al menos básica, de las verdades teológicas. Es un evangelio especialmente amado por los discípulos que ya creen en el Señor y desean conocerle más.

San Juan es también primogénito entre los místicos cristianos, pues a él le fue revelado el Apocalipsis, que abarca nada menos que toda la historia hasta la consumación de los tiempos.

En fin ¡Cuantas cosas más merecen ser dichas de San Juan Evangelista, discípulo primero y primero entre los discípulos! Pero como la intención de este texto es motivar a conocerle mejor y a imitarle, termino invitándole, amable lector, a acercarse más, en la oración y el estudio, al discípulo amado, aquél que nos reveló que Dios es Amor.


En todo amar y servir
Juan Ignacio Aquinas

2 mar 2012

Cuaresma

Tiempo de cuaresma, tiempo de reflexión, de penitencia, de ayuno, de actos de misericordia, de arrepentimiento y conversión, pero ¿sabemos realmente el porqué y para qué de nuestras prácticas religiosas?

De manera fácil y sencilla El padre José de Jesús Aguilar Valdés, subdirector de Radio y Televisión del Arzobispado de México nos explica muchos porqués de la cuaresma a través de una guía donde responde dudas y da la introducción del proceso cuaresmal y la Semana Santa así como la explicación de su significado.

(Para ver guía da clic).

Te invito a vivir esta Cuaresma de forma adecuada, consiente. Como católicos requerimos de dar razones a nuestra fe. No podemos dar testimonio de lo que no creemos y no podremos creer si no entendemos, si nos quedamos en lo superficial.


"Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios"
Lucas 3, 4-6