De verdad que los seres humanos somos mucho más complicados de lo que pensamos. Queremos creer, algunos hasta se esfuerzas realmente en creer y se disponen, estudian, están sirviendo en algún ministerio, en algún apostolado, preparándose para aumentar su fe, pero de la vivencia ¡nada! vivimos como si no creyéramos.
Defendemos la fe con la mente, pero el corazón está vacío.
Pareciera que nos empeñamos en buscar evidencias para no creer. Que si la situación mundial actual, que si la inseguridad, que si la desesperanza, que si los demás; todo el tiempo estamos poniendo la atención en lo malo. Nos la pasamos dudando, malinterpretando los continuos mensajes de amor de Dios, con miedo.
Nos acercamos a Dios con recelo como si nos fuera a rechazar y cuando logramos vencer este sentimiento queremos que nos trate con misericordia infinita y que su justicia implacable caiga sobre los otros.
¿Por qué se nos nubla el pensamiento y se pervierte el sentimiento? ¿Por qué de un momento a otro olvidamos que Dios vino a rescatarnos, que es amigo de los niños, que perdona a la adúltera, que libera del pecado, que cura a los enfermos, que acepta a todos sin excepción, que come con pecadores, que se la pasa haciendo el bien?
¿Por qué cuesta tanto trabajo convencer y convencernos de que Dios es una buena persona, que se puede confiar abierta y absolutamente en Él, que no nos va a fallar, que es mucho más fuerte y mejor que nosotros, que todo lo puede?
Yo nunca he oído o leído que alguien que se haya acercado a Dios lo hubiera tratado con desprecio o lo hubiera ofendido o maltratado, al contrario, todos hablan de una experiencia positiva, plena, feliz.
Primera de Juan 5
Este es el mensaje que hemos recibido de Él y que les anunciamos a ustedes: que Dios es luz y que en Él no hay tinieblas.
Entonces, ¿qué sepulcros vacíos hay en nuestras vidas? ¿Qué tinieblas dominan nuestro interior, que no dejan brillar la luz del Resucitado? ¿Cuándo amanecerá para nosotros el primer día de la semana, el domingo sin ocaso, el día del Señor?
Alégrate,
¡Jesús ha vencido a la muerte!, ¡Jesús ha resucitado!
Pero sobre todo, ¡vívelo!
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