Volver a la oración contemplativa
Monje cartujo |
Para el católico de
estos tiempos la palabra contemplación suena algo remota y añeja, con tintes de
monje del medioevo enclaustrado en su monasterio, o de plano nos imaginamos a
alguien como San Juan de la Cruz en trance y plena comunión con Dios componiendo
su Cántico Espiritual. Se le ubica como exclusiva de los santos, propia de
Santa Teresa de Ávila en éxtasis, o de los arrebatos místicos de Santa Catalina
de Siena.
Si no, de plano se toca
el tema en alguna plática de café y comentamos cínicamente que nosotros no
estamos para levitaciones y fugarnos del mundo.
Sin embargo, esta
práctica es parte del tesoro espiritual del catolicismo, nutre nuestras raíces,
y comprende un amplio caudal de campeones de la oración. Sin embargo, parece
que paulatinamente cayó en desuso y se convirtió en una práctica “elitista”
exclusiva para iniciados.
Una de las razones que
podemos encontrar está en la controversia que provocó el quietismo[1] que
sembró cierto descrédito respecto a la mística. No obstante, paradójicamente la
mayor influencia se dio por los "antiquietistas", es decir, los
numerosos escritores que se dedicaron a atacar y a desacreditar el quietismo
(siglo XVII).[2]
Si bien el quietismo conlleva el gran peligro de exacerbar el panteísmo y la
disociación de la vida moral y la espiritual, tuvo entre sus víctimas las
prácticas místicas y ente ellas la oración contemplativa. Así de pronto nos
movimos en sentido contrario de la mística.
Afortunadamente para
nosotros, más adelante, San Ignacio de Loyola ideó proveer una formación
espiritual que fuera un antídoto adecuado para el nuevo espíritu secular e
individualista del Renacimiento, y una forma de contemplación adaptada a las
necesidades apostólicas de sus tiempos. Los Ejercicios Espirituales estaban
diseñados para formar contemplativos en
acción. [3]
El Catecismo de la
Iglesia Católica (2721) explica que la tradición cristiana contiene tres
importantes expresiones de la vida de oración: la oración vocal, la meditación
y la oración contemplativa. La oración contemplativa (2724) es la expresión
sencilla del misterio de la oración. Es una mirada de fe, fijada en Jesús, una
escucha de la Palabra de Dios, un silencioso amor. Realiza la unión con la
oración de Cristo en la medida en que nos hace participar de su misterio.
Sin embargo, el hombre
moderno vive una curiosa paradoja, por un lado nos vivimos alejados de la vida
sobrenatural y de lo místico (el cognitio
experimentalis de Deo “conocimiento experimental de Dios” que menciona
Santo Tomás de Aquino en su Summa Teológica, es decir tener una experiencia
fundamental de Dios[4]
) y por otra parte hay “hambre de experiencia”, lo que ha favorecido la
proliferación de métodos y estructuras de pensamiento del Extermo Oriente
(yoga, budismo zen, meditación trascendental, pseudo metafísica, hinduismo,
etc., etc…).
Por otra parte, el
consumismo y materialismo exacerbado, la despersonalización de las relaciones,
la vida agitada, la adicción al trabajo y un sinnúmero de enajenaciones, nos hacen
cuestionar las propuestas vacías de este mundo y preguntarnos si éste es el
destino al que está llamado el hombre, si esto es todo lo que hallamos en esta
vida, si no hay algo más allá.
Y claro las respuestas
que están más a la mano pertenecen comprenden esa gran corriente de orientalismo, new
age, y nuevas formas de “expansión de la conciencia”. Esto se explica en parte
por el abandono de la oración contemplativa en la cultura cristiana.
Valga este pequeño
comentario para animarlos a volver a la oración contemplativa, atreverse a
andar ese camino. Los que ya lo conozcan un poco, que regresen. Los que no se
han acercado nunca, que busquen un guía, que puede ser un buen libro o un
sacerdote. Quitarle ese halo de “misterio” (en el sentido común del término, no del
teológico).
Comencemos a interesarnos
en ese tipo de oración, con calma, sin apresuramientos, esperando todo en el
Señor (que es quien hace la oración) y buscando los medios adecuados,
aprendiendo e investigando. Nuestra cultura cristiana occidental es riquísima
en estos temas, .."busca y encontrarás, toca y te abrirán..."
Como lo mencioné
atrás, hace más de V siglos San Ignacio de Loyola le propuso al hombre moderno
de su tiempo y al hombre posmoderno de éste: “sed contemplativos en acción”,
que es el papel de nosotros los laicos: “están en el mundo, pero no son del
mundo”. El camino de los Ejercicios
Espirituales de San Ignacio es uno de tantos caminos para recorrer la escala
espiritual (camino purgativo, de iluminación y de perfección) para llegar a
nuestro destino final: estar en la presencia del Amado.
Empecemos con algo
simple que nos recomienda san Ignacio: aplicar los sentidos y la imaginación a la oración, en
este caso, gustar de la oración, disfrutarla, recuperar esa parte
de placer espiritual, ese gozo y embeleso que sólo es capaz de darnos el Agua
Viva.
Haz la prueba y verás
qué bueno es el Señor. ¡Amén!
Método de oración contemplativa. James Borst, Ed. Sal Terrae.
Diccionario de la
Mïstica, Ed. Monte Carmelo.
Ejercicios Espirituales de San Ignacio.
[1] El
quietismo (Lat. quies, quietus, inactivo, en reposo) en el sentido más amplio,
es la doctrina que afirma que la más alta perfección del hombre consiste en una
especie de autoaniquilación psíquica y la consiguiente absorción del alma en la
Divina Esencia, aun durante la vida presente (http://ec.aciprensa.com/q/quietismo.htm)
[3] Mente
Abierta, Corazon Abierto: La Dimensión Contemplativa Del Evangelio. Thomas Keating,Ilse Reissner. http://www.lanubedelnosaber.com/wp-content/uploads/2009/03/mente-abierta-corazon-abierto.pdf
[4] Summa theologica, II-II, q.97, a 2 ad 2.
No hay comentarios:
Publicar un comentario