12 sept 2011

La solución

La crisis que hemos estado viviendo en el mundo es de todo tipo; económica, de valores, de propuestas, ambiental, financiera, etcétera, nos han hecho creer que no existe remedio alguno para mejorar la situación. No sabemos que hacer, a quién recurrir y terminamos por culpar de todo el mal que nos sucede justo a Aquel que buscaba advertirnos de las posibles desgracias en nuestra vida.

¿Por qué Dios permite? ¿En dónde está Dios?

Lo curioso del caso es que cuando alguien quiere hablarnos de Dios, cuando se nos dice que es la solución a nuestros problemas sonreímos por lo bajo y pensamos que son cosas de ilusión, no lo creemos; es más no tenemos ni tiempo ni ganas de oírlo, preferimos seguir lamentándonos en lugar de devolverle sus derechos a Dios. Sí, los derechos que le corresponden sobre el mundo, sobre todos y cada uno de nosotros.

Derechos que sin tener necesidad (ya que es Dios), reclama y consigue a través de su encarnación, nacimiento, vida, calvario, muerte y resurrección sólo por amor a los hombres.

El Papa Benedicto XVI nos alerta y propone: “Reconciliarse con Dios es un compromiso que se impone a todos, porque constituye la condición necesaria para recuperar la serenidad personal, el gozo interior, el entendimiento fraterno con los demás y por consiguiente, la paz en la familia, en la sociedad y en el mundo”.

Leía un artículo del P. Cipriano Sánchez LC en dónde explicaba: “No existe ningún pecado del hombre contra el hombre que no provenga del pecado primero del hombre contra Dios. No hay ningún pecado de un hombre contra otro que no nazca de un corazón del cual Dios ya se ha ido hace tiempo.

Luego entonces, si queremos transformar la sociedad, lo primero que tenemos que hacer es reconciliar nuestro corazón con Dios. Si queremos recristianizar al mundo, cambiar a la humanidad, lo primero que tenemos que hacer es transformar y recristianizar nuestro corazón”.
Pero, ¿estamos dispuestos a hacerlo?

La puerta está abierta, la propuesta dada, las condiciones propicias, la batalla ganada. Sólo faltas tú. ¿Aceptas?

“Yo he venido para que tengan vida… y la tengan en abundancia.” (Juan 10:10)

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