2 dic 2011

Lo infinito


El tiempo de adviento es más que propicio para hacer un alto en la vida para reflexionar acerca de nuestra vida espiritual y de nuestra relación con Dios y por supuesto con el prójimo.

Dentro de todos los temas que pudiéramos tocar, pongo la atención en uno por demás relegado: el tema de lo eterno, de lo infinito. Poco o casi nada reflexionamos sobre nuestra necesidad de eternidad, sobre esta dimensión humana que tenemos muy olvidada por estar estancados en nuestra dimensión horizontal.

Sin embargo esta dimensión está presente, esta sed de eternidad existe en todos y requiere ser saciada. Freud la llamaba el sentimiento oceánico y se refiere a esa búsqueda incansable, a esa necesidad de grandes y mejores experiencias, mejor dicho a la experiencia de lo infinito que necesitamos cubrir y que no sabemos como.

Algunos intentan llenar esta falta con drogas, con alcohol, con sexo desenfrenado y otras cosas que al final solo dejan desilusión y muerte. Y es que lo infinito hay que buscarlo en lo alto, hacia arriba, no hacia abajo; por encima de la razón, no por debajo de ella, en la irracionalidad.


«Todo el que bebe de esa agua volverá a tener sed», dijo Jesús a la samaritana.

La avidez de lo infinito solo puede ser llenada por EL INFINITO, por el ETERNO, por DIOS. El alma sabe en donde buscar, si la entrenamos y se lo permitimos, pero como estamos llenos de mensajes que nos aturden y oprimen, el alma está inquieta y no puede ver lo esencial, lo realmente importante. Por eso, te invito a hacer un alto en el camino, a pensar, pero sobre todo a entender: sólo el maravilloso e infinito Amor que viene de un Dios que nos conoce y se preocupa por nosotros, puede llenar esta ansia de eternidad.

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