En esta rapidez de vida en donde todo sucede con una velocidad en la cual nos sumergimos sin darnos cuenta que pasa, sin preguntarnos, sin pensar ni reflexionar y mucho menos meditar; es necesario hacer un alto o mas bien un silencio en nuestras vidas para poder abrir los ojos y abrir el corazón para volver a Belén, estar presentes y poder dimensionar en la profundidad de tan grande milagro.
Volver a Belén a percibir y ver con el espíritu lo que aconteció esa noche, sumergirse en la locura del amor que expresa el mismo Dios hacia nosotros, ese corazón que da con tanta fuerza a los hombres, unión de la Divinidad con la humanidad a través del amor.
Volvamos a Belén, volvamos al amor, único sentido de nuestras vidas, unidos por siempre a El. Volvamos a Belén a presenciar la Divinidad que se acerca a nosotros expresada en ese niño, “un niño nos ha nacido y sobre sus hombros lleva la soberanía” (Is 9,5); “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. (Jn 1,14).
Viene a nosotros para salvarnos, para recobrarnos, para enseñarnos y sobre todo amarnos. Y solo existe una respuesta: aceptarlo y amarlo con todo nuestro corazón.
Volvamos a Belén a ver como María expresa ese amor a Dios accediendo con un sí, con sencillez y humildad. Ver como José se olvida de su proyecto de vida y entra con un sí a los proyectos de Dios, cuidando de María y del Niño Dios con todas sus fuerzas y su amor.
Volver a Belén a percibir y ver con el espíritu lo que aconteció esa noche, sumergirse en la locura del amor que expresa el mismo Dios hacia nosotros, ese corazón que da con tanta fuerza a los hombres, unión de la Divinidad con la humanidad a través del amor.
Volvamos a Belén, volvamos al amor, único sentido de nuestras vidas, unidos por siempre a El. Volvamos a Belén a presenciar la Divinidad que se acerca a nosotros expresada en ese niño, “un niño nos ha nacido y sobre sus hombros lleva la soberanía” (Is 9,5); “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. (Jn 1,14).
Viene a nosotros para salvarnos, para recobrarnos, para enseñarnos y sobre todo amarnos. Y solo existe una respuesta: aceptarlo y amarlo con todo nuestro corazón.
Volvamos a Belén a ver como María expresa ese amor a Dios accediendo con un sí, con sencillez y humildad. Ver como José se olvida de su proyecto de vida y entra con un sí a los proyectos de Dios, cuidando de María y del Niño Dios con todas sus fuerzas y su amor.
Volvamos a Belén para poder dar también nuestra respuesta nuestro sí amoroso a ese Dios loco por amor a sus hijos y que lo demostró con esa unión tan inseparablemente al hombre
VUELVE A BELEN.
Aitana
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