Es significativo constatar como Jesús, en diferentes ocasiones, se adelanta a los sentimientos de sus apóstoles y les dice que no tengan miedo. Sabe que este caminar por la vida conlleva un sin fin de dudas, de inquietudes, de dificultades, de incertidumbres; esta al tanto de que existe el riesgo de tropezar, de alejarse o de perderse. Conoce a nuestro agresor y las consecuencias de la obscuridad en nuestras vidas y será por eso precisamente, que nos alerta y nos anima a adherirnos a ÉL, a que no tengamos miedo de confiar sólo en Dios, en su providencia.
Pero las personas nos sentimos abrumadas y recelosas. Y es que el ser humano es desconfiado. A veces optamos por no confiar porque es más seguro, así no nos llevamos desilusión alguna. Otras, como de lo que se trata de de confiar, pues ponemos “las confianzas” en las aparentes seguridades del mundo, en lo que nuestros ojos ven, en lo que el entendimiento alcanza. Total, estamos decididos a confiar. (¿?)
Sin embargo el camino con Dios es muy diferente. Los bautizados estamos llamados a dejarnos guiar por el Espíritu Santo de Dios y no por las solas fuerzas naturales. Estamos llamados para el encuentro y la belleza de la fe en Él, aunque las cosas no parezcan, aunque las situaciones sean adversas, auque aparentemente todo este mal.
Para poder responder a este llamado, necesitamos fortalecer el espíritu, pasar de una situación de mediocridad y tibieza a un fervor más sentido y profundo. Necesitamos vivir el credo. Esto exige una gran apertura del corazón, exige estar dispuestos, en todo momento a querer hacer la voluntad de Dios.
Dios mantiene su palabra, mantiene su Amor, no se “echa para atrás” a pesar de que sus hijos renieguen.
Si quieres vivir sin miedo acércate, invócalo y solicítale sus gracias, dones y favores. Él responderá.
Pero las personas nos sentimos abrumadas y recelosas. Y es que el ser humano es desconfiado. A veces optamos por no confiar porque es más seguro, así no nos llevamos desilusión alguna. Otras, como de lo que se trata de de confiar, pues ponemos “las confianzas” en las aparentes seguridades del mundo, en lo que nuestros ojos ven, en lo que el entendimiento alcanza. Total, estamos decididos a confiar. (¿?)
Sin embargo el camino con Dios es muy diferente. Los bautizados estamos llamados a dejarnos guiar por el Espíritu Santo de Dios y no por las solas fuerzas naturales. Estamos llamados para el encuentro y la belleza de la fe en Él, aunque las cosas no parezcan, aunque las situaciones sean adversas, auque aparentemente todo este mal.
Para poder responder a este llamado, necesitamos fortalecer el espíritu, pasar de una situación de mediocridad y tibieza a un fervor más sentido y profundo. Necesitamos vivir el credo. Esto exige una gran apertura del corazón, exige estar dispuestos, en todo momento a querer hacer la voluntad de Dios.
Dios mantiene su palabra, mantiene su Amor, no se “echa para atrás” a pesar de que sus hijos renieguen.
Si quieres vivir sin miedo acércate, invócalo y solicítale sus gracias, dones y favores. Él responderá.
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