21 ago 2012

En todo momento, María

Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María. Si eres agitado de las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, o la avaricia, o el deleite carnal impele violentamente la navecilla de tu alma, mira a María. Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima sin suelo de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si ella te ampara.
(San Bernardo, Sobre la excelencias de la Virgen Madre, 2, 17).

20 jul 2012

Examen de conciencia

A veces a regañadientes, a veces por propia voluntad y otras más por necesidad los seres humanos durante la vida nos vemos sometidos a un sinfín de exámenes. Hay que reconocer que a la mayoría no nos gusta ser evaluados, sin embargo, lo hacemos pensando en la obtención de un bien.

Generalmente este bien puede observarse mejor cuando es externo. Por ejemplo,  conseguir un buen trabajo, una promoción, la obtención de algún certificado, un reconocimiento, etcétera. Visualizar el bien, o los bienes, nos permite aceptar, cuando no hasta promover una serie de exámenes de evaluación, paro lo cual nos preparamos con ahínco y dedicación. A veces hasta contratamos cursos de capacitación para prepararnos y salir muy bien valorados.

Esto es muy diferente cuando el objeto de la evaluación cambia del hacer al ser. El ser humano unidad de cuerpo y alma, poco se ocupa de las cosas del alma.

Hay que aceptar que realmente son pocas las personas que se preparan, reflexionan y se evalúan pensando en la trascendencia, en el fin al que todos estamos llamados: la santidad y la eternidad.

La santidad y la eternidad son bienes mucho más importantes y trascendentes que cualquier otro bien, el problema es que no pueden verse y desearse sino con los ojos de la fe.

Para aquellos interesados en alcanzar estos bienes, existe un medio muy eficaz para tender seriamente a la santidad, es el examen de conciencia.

Hay que aclarar que el llamado examen de conciencia en realidad no es un único examen, sino que representa la acción de reflexión, análisis, propuesta de mejora,  observancia y control de los afectos y defectos del alma que tiende a la perfección,  de la que quiere y pone los medios para ser mejor. Este ejercicio, para que realmente surta efecto, debe llevarse a cabo en forma  habitual.

El examen de conciencia nos obliga a saber que hay “adentro”, que nos pasa, qué hemos hecho, a dónde queremos llegar, cómo vamos.

El examen de conciencia ayuda a hacer una buena confesión, a combatir vicios y a desarrollar virtudes, a elaborar y revisar el plan de vida, para trabajar sobre un defecto particular, para ocuparse de una acción y hacerla como corresponde, para el autoconocimiento y autocontrol que dicho sea de paso son la base de cualquier desarrollo. Alonso Rodríguez[1] aporta una larga lista de santos, tanto de la época patrística como posteriores, que los recomienda vivamente como acto diario: San Agustín, San Basilio, San Antonio Abad, San Bernardo, San Juan Crisóstomo, etc. Incluso, en otro orden de cosas, menciona cómo fue practicado por filósofos paganos tales como Pitágoras, Séneca, Plutarco, etc. San Ignacio de Loyola mandó en sus Constituciones que los miembros de la Compañía lo hicieran dos veces al día. “Y en cierta manera –comenta Rodríguez– estimaba más el examen que la oración; porque con el examen se ha de ir ejercitando y poniendo por obra lo que uno saca de la oración, que es la mortificación de sus pasiones y extirpación de sus vicios y defectos... El P. Pedro Fabro era de las primeras devociones que daba a los que trataba”[2].

Si estamos dispuestos a someternos a un sinfín de exámenes para alcanzar bienes terrenos, por qué no fijarnos en el fin más importante, en el bien trascendente, en el que trae paz interior, plenitud, verdadera felicidad, en aquello por lo que vale la pena disciplinarse, abnegarse, comprometerse y ser congruente para conseguirlo.



[1] Cf. Alonso Rodríguez, Ejercicio de perfección..., VII; Scaramelli, Directorio Ascético y Místico, I, IX.
[2] Alonso Rodríguez, Ejercicio de perfección..., VII,1.

27 jun 2012

De cara a las elecciones

 
Oración para pedir por un gobernante

Señor, tú conoces bien nuestras necesidades y todas las aflicciones de nuestra vida moderna. Tú conoces el corazón de quienes nos han de gobernar. Por ello, te pedimos, con gran humildad y con todo nuestro corazón, que nos des un Gobernante según tu corazón.

Señor, danos un Gobernante que te obedezca y que te sea fiel en todo momento, como Moisés. Que genere leyes que permitan que se establezca tu Reino, un Reino de justicia y de paz. Que tenga una fe tan grande como para hacer que se abran no sólo los mares, sino los corazones; que pueda hacer brotar de la roca de la injusticia el agua viva de la caridad, de manera que no falte nada a nadie, así los que poco tienen no les faltará y los que mucho tienen no les sobrará.

Señor, danos un Gobernante que nos gobierne como Samuel. Un Gobernante que tenga intimidad contigo, que te conozca y respete. Que pueda conducir al pueblo en esta etapa tan importante por la que pasa la humanidad, una etapa de transición hacia un mundo cibernético y tecnologizado, que corre el peligro del individualismo y la alienación. De un mundo que se encierra en sí mismo y no ve más allá de lo material. Danos un Gobernante que nos ayude a volver a centrar nuestros ojos en lo espiritual, en lo trascendente, en lo eterno.

Danos, Señor, un Gobernante que te ame por sobre todas las cosas y que sea valiente para pelear tus batallas como lo hizo David. Que tenga tu fuerza y tu Espíritu para guiar al pueblo y establecer la paz. Que tenga un corazón humilde para que confíe sólo en ti. Un Gobernante como David, que ame profundamente a tu pueblo y que, aun en situaciones difíciles, sepa conservar la fe.

Danos, Señor, un Gobernante como Salomón, que tenga sabiduría y juicio para conducir a tu pueblo. Que con su sabiduría lleve a nuestro pueblo a gozar, como en tiempos de Salomón, de bienestar económico y de progreso, de tal suerte que hasta las naciones lejanas se admiren de lo que tú has hecho a través de un Gobernante tan sabio.

Danos, Señor, un Gobernante como Nehemías, que nos ayude a reconstruir nuestro país, hoy devastado por la inseguridad y el egoísmo de muchos de nosotros.

Finalmente, danos un Gobernante como Judas Macabeo, que nos impulse a combatir a los enemigos del pueblo: La injusticia, la pasividad, la corrupción, el abuso. Que nos conduzca en esta guerra contra nuestras pasiones y restablezca la soberanía de tu amor entre nosotros. Que podamos desterrar de nosotros el materialismo que nos destruye para poder volver a ponerte al centro de nuestras vidas.

Señor, hoy más que nunca necesitamos de tu ayuda. Guía por medio de tu Espíritu Santo nuestro corazón y ayúdanos a elegir conforme a tu voluntad. Nos abrimos a tu amor para que seas tú quien elija, a través de nosotros, a la persona que nos guiará y nos ayudará a construir tu Reino aquí en nuestro amado país.

Escucha a tu pueblo, Señor, te lo pedimos, por la intercesión de nuestra Madre Santísima, la Virgen de Guadalupe, quien nos prometió tu asistencia en nuestros momentos más importantes.

Amén.

Isaac Centeno Contreras

17 jun 2012

LA CONSISTENCIA EN EL CAMINO ESPIRITUAL


 Reflexión sobre la necesidad de una espiritualidad concreta.

La vida espiritual es sin duda, en lo sobrenatural, la misma. Sin embargo, los seres humanos viven en lo contingente, en un momento histórico y unas circunstancias determinadas, en una condición de vida específica. Cada cual tiene un estado de vida concreto: solteros, casados o consagrados; un trabajo, ya sea en el hogar o en el mundo laboral. En fin, aunque la vida espiritual, en lo trascendente tiene el mismo origen, es decir el Espíritu Santo, se concreta en nuestra vida temporal en una espiritualidad específica. Esto explica, en parte al menos, que haya diversas familias y caminos espirituales. Por ejemplo, por citar solamente a las grandes escuelas: la espiritualidad Benedictina, la Ignaciana, la Franciscana, la Dominicana o la Carmelita.

Una característica muy importante de cada una de estas espiritualidades es su congruencia interna. Cada una de ellas representa un modelo, un estilo de vida especiífico. Si bien todas tiene elementos de contemplación y de acción, algunas son en especial contemplativas, mientras que otras están más abocadas al servicio en el mundo. Las Carmelitas, por ejemplo, viven en mayor grado una vida de oración comparada con, por ejemplo, la familia Dominicana. Es muy importante reconocer que son caminos diferentes que corresponden a diversos carismas. Ya San Pablo aclaraba que en la Iglesia hay muchos y diversos carismas, por ejemplo profetas y maestros, que juntos forman el Cuerpo de Cristo.

Cada uno de estos caminos espirituales tiene una consistencia interna, una serie de prácticas, actitudes y estilos de vida que, llevados correctamente, conducen a cada persona al cumplimiento de su misión en la vida y favorecen su ascenso hacia la santidad.

En principio, a menos que el Señor específicamente así lo quiera, estos diversos caminos espirituales no pueden ser mezclados sin disminuir su eficacia. Por ejemplo, sería sumamente difícil, si no imposible, pretender vivir al estilo de vida cistersense, apartados del mundo, y al mismo tiempo lograr grandes resultados mediante la predicación o el servicio en el mundo. La contradicción, tan obvia en este ejemplo extremo, no es tan simple de descubrir cuando se comparan otras espiritualidades.

Los laicos, usualmente no se preocupan de estudiar cada una de estas espiritualidades, de experimentarlas en su caso, para descubrir a cual es a la que el Señor les llama. Como resultado,  usualmente no reconocen cual es su especial carisma, y de hecho raramente se identifican con alguna espiritualidad. Se debe ser  consciente de las dificultades que esta actitud, este descuido, opone al crecimiento espiritual.

Es muy frecuente que un día, leyendo la vida de Santa Teresa por ejemplo, se sientan  impulsados a la vía mística, y al siguiente, leyendo o escuchando algo de la vida de Santo Tomás de Aquino, se decidan por el camino de la Sabiduría. El resultado de esta práctica es que, al final, no se hace ni lo uno ni lo otro, y por tanto se produce en el creyente la convicción (en muchos casos cierta) de que por más que se esfuerza, no avanza casi nada en el camino espiritual.  Otras veces se produce en el creyente una gran confusión sobre la mejor manera de vivir su experiencia espiritual personal. Muy diferente sería sí, con  la inspiración del Espíritu Santo, se adoptara una espiritualidad específica, y se siguiera de marea consistente y perseverante.

Hay espiritualidades pensadas especialmente para los laicos, usualmente derivadas de las grandes familias. Así, por ejemplo, los Franciscanos tienen a la "tercera orden" y los  Benedictinos a los "oblatos". El autor, tanto por la vía del estudio como de la experiencia personal, se atreve a recomendarte, amable lector, a la espiritualidad Ignaciana  seglar como especialmente adecuada para los laicos de este tiempo (se puede buscar en internet "comunidad de vida cristiana" y se encontrará abundante información al respecto).

La espiritualidad Ignaciana, aunque es imposible de resumir en este brevísimo texto, se distingue por tener prácticas de oración, de meditación y un estilo de vida muy apropiado para quienes vivimos en medio de este mundo, sin ser de él, y deseamos servir a Dios en la construcción del Reino.

Si hay oportunidad, ya se hablará de la espiritualidad Ignaciana seglar en otra ocasión. Por el momento, basta invitarte, querido lector, a conocer y meditar sobre las distintas espiritualidades, y encontrar (en oración) aquélla a la que el Señor te llama, y a vivirla de manera consistente, sin mezclarla arbitrariamente con otras. Te aseguro que, por este camino, avanzarás más rápidamente, y de manera más segura en el camino de la santificación y el cumplimiento de la voluntad de Dios.


En todo amar y servir
Juan Ignacio Aquinas

4 jun 2012

LA MIRADA DE LA VIRGEN


Meditación ante un cuadro de Leonardo da Vinci

Para Aitana, que me enseñó a
encontrar a Dios en el arte

Recientemente se presentó en el museo de Louvre el cuadro restaurado de "Santa Anna y la Virgen" de Leonardo da Vinci, que es nada menos que su última pintura. De hecho, aunque en detalles mínimos, es una obra inacabada, pues le sorprendió la muerte antes de terminarla.

Mas allá de su perfección artística, el cuadro es fruto de una muy larga reflexión religiosa de Leonardo, y eso es lo que interesa destacar en esta breve meditación.

En primer término, es necesario comentar que Leonardo trabajó al menos 20 años en la elaboración de esta pintura. Para su realización, hizo numerosos estudios, cientos tal vez, primero para definir la composición y luego para cada uno de los detalles. En este cuadro, sin duda, ponía en juego no solo su arte de pintor (por cierto inigualado hasta hoy), sino su profundo amor por la Virgen y Jesús. Nada fue obra de la casualidad o de un "momento de inspiración", sino resultado de una profunda meditación, no solo de los aspectos artísticos, sino del mensaje espiritual que quería transmitir. El arte, en este caso como pocas veces, buscaba su perfección para transmitir una idea aún más perfecta, una idea teológica y espiritual sobre la relación entre  Santa Ana, la Virgen y el niño Jesús.

A continuación, una reproducción de esta magnifica pintura, que fácilmente puede obtenerse en Internet.


Interesa, para los propósitos de esta breve meditación, observar con sumo cuidado los rostros de Jesús, de la Virgen y de Santa Ana. La mirada que cruzan la Virgen y el Cristo Niño es de una enorme belleza y significado. Jesus toma al cordero, y este gesto es símbolo de la aceptación de su misión redentora, y de todo el sufrimiento que ello va a ocasionar, para Él y para su amada Madre. La Virgen entiende también lo que este momento significa, y sostiene a Jesus levemente con sus manos, le apoya y fortalece con su amor maternal, que tanto bien hará a Jesús cuando, desde la soledad de la cruz, vea a su lado a su Santísima Madre. Sin embargo, en la representación de Leonardo, la Virgen no detiene a Jesús, no se  aferra a Él, aceptando de este modo también lo que ha de venir, y mirando con profundo amor a su Hijo. Jesús, por su parte, aún con el símbolo de su sacrificio en sus manos y sosteniéndolo además con un pié, dirige a su Madre una mirada amorosa, como confortándola. Una mirada de mutuo amor y comprensión entre el Salvador y su Madre que expresa la eterna unión que ambos viven desde el momento de la Anunciación.

La Virgen y Jesús unidos, de la manera tan sutilmente expresada en esa mirada, en la misma misión: la salvación del género humano. Esta misión, y esta unión entre las dos almas mas santas que han existido y que pueden existir, una humana y otra humana y divina, se prolongará en el cielo y en el tiempo, hasta que se consume la obra redentora y todos los que han de ser salvados, hijos espirituales de María, alcancen la bienaventuranza. 

Esa mirada amorosa de la Virgen a Jesús, la dirige ahora también a sus hijos espirituales, a lo largo de la historia ¿No viene a la memoria la mirada de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego registrada en la tilma milagrosa? ¿Y no resuenan en la memoria las palabras de la Virgen "¿No estoy aquí yo que soy tu Madre"? Acaso es lo que quiere expresar, conforme la intención de Leonardo, la Virgen a Jesús en esta obra maestra de la pintura.

En la oración del Salve Regina pedimos a la Virgen que dirija a nosotros su mirada misericordiosa, y es que sabemos que si ella nos mira, Jesús nos verá también a través de los ojos amados de su Madre, en esa mutua comprensión y conocimiento que esta obra de arte refleja.

Santa Ana, por su parte, representada por Leonardo con un bello rostro de edad indefinida, mira amorosamente la escena, transmitiendo a la Virgen, a quien sostiene en sus piernas, la serenidad de la sabiduría que brinda la edad. Santa Anna, que mira a Jesús de manera por demás cariñosa, parece observarlo a través de la Virgen ¿Es acaso otro mensaje espiritual de este cuadro, cuidadosamente elaborado de Leonardo? Tal vez nos quiere confirmar el mensaje de un camino espiritual que muchos santos y papas han propuesto: el camino mas seguro a Jesús es su Santísima  Madre.

He aquí, de esta manera, representada en una magistral obra de arte, una verdad teológica: en el camino de la salvación de los hombres, Jesús y María están siempre juntos, en una comunión de amor que es para nosotros incomprensible, aunque por revelación la conozcamos.

Leonardo da Vinci, sin duda logra su propósito: hacernos meditar sobre profundas verdades espirituales a través de su magnífico arte.


En todo amar y servir
Juan Ignacio Aquinas



26 may 2012


Volver a la oración contemplativa


Monje cartujo


Para el católico de estos tiempos la palabra contemplación suena algo remota y añeja, con tintes de monje del medioevo enclaustrado en su monasterio, o de plano nos imaginamos a alguien como San Juan de la Cruz en trance y plena comunión con Dios componiendo su Cántico Espiritual. Se le ubica como exclusiva de los santos, propia de Santa Teresa de Ávila en éxtasis, o de los arrebatos místicos de Santa Catalina de Siena.

Si no, de plano se toca el tema en alguna plática de café y comentamos cínicamente que nosotros no estamos para levitaciones y fugarnos del mundo.

Sin embargo, esta práctica es parte del tesoro espiritual del catolicismo, nutre nuestras raíces, y comprende un amplio caudal de campeones de la oración. Sin embargo, parece que paulatinamente cayó en desuso y se convirtió en una práctica “elitista” exclusiva para iniciados.

Una de las razones que podemos encontrar está en la controversia que provocó el quietismo[1]  que sembró cierto descrédito respecto a la mística. No obstante, paradójicamente la mayor influencia se dio por los "antiquietistas", es decir, los numerosos escritores que se dedicaron a atacar y a desacreditar el quietismo (siglo XVII).[2] Si bien el quietismo conlleva el gran peligro de exacerbar el panteísmo y la disociación de la vida moral y la espiritual, tuvo entre sus víctimas las prácticas místicas y ente ellas la oración contemplativa. Así de pronto nos movimos en sentido contrario de la mística.

Afortunadamente para nosotros, más adelante, San Ignacio de Loyola ideó proveer una formación espiritual que fuera un antídoto adecuado para el nuevo espíritu secular e individualista del Renacimiento, y una forma de contemplación adaptada a las necesidades apostólicas de sus tiempos. Los Ejercicios Espirituales estaban diseñados para formar contemplativos en acción. [3]

El Catecismo de la Iglesia Católica (2721) explica que la tradición cristiana contiene tres importantes expresiones de la vida de oración: la oración vocal, la meditación y la oración contemplativa. La oración contemplativa (2724) es la expresión sencilla del misterio de la oración. Es una mirada de fe, fijada en Jesús, una escucha de la Palabra de Dios, un silencioso amor. Realiza la unión con la oración de Cristo en la medida en que nos hace participar de su misterio.

Sin embargo, el hombre moderno vive una curiosa paradoja, por un lado nos vivimos alejados de la vida sobrenatural y de lo místico (el cognitio experimentalis de Deo “conocimiento experimental de Dios” que menciona Santo Tomás de Aquino en su Summa Teológica, es decir tener una experiencia fundamental de Dios[4] ) y por otra parte hay “hambre de experiencia”, lo que ha favorecido la proliferación de métodos y estructuras de pensamiento del Extermo Oriente (yoga, budismo zen, meditación trascendental, pseudo metafísica, hinduismo, etc., etc…).

Por otra parte, el consumismo y materialismo exacerbado, la despersonalización de las relaciones, la vida agitada, la adicción al trabajo y un sinnúmero de enajenaciones, nos hacen cuestionar las propuestas vacías de este mundo y preguntarnos si éste es el destino al que está llamado el hombre, si esto es todo lo que hallamos en esta vida, si no hay algo más allá.

Y claro las respuestas que están más a la mano pertenecen comprenden esa gran corriente de orientalismo, new age, y nuevas formas de “expansión de la conciencia”. Esto se explica en parte por el abandono de la oración contemplativa en la cultura cristiana.

Valga este pequeño comentario para animarlos a volver a la oración contemplativa, atreverse a andar ese camino. Los que ya lo conozcan un poco, que regresen. Los que no se han acercado nunca, que busquen un guía, que puede ser un buen libro o un sacerdote. Quitarle ese halo de “misterio” (en el sentido común del término, no del teológico).

 Claro que hay escalas espirituales, “niveles” dirían alguno, pero no nos está vetado intentar incursionar en los pasos de la oración contemplativa con el fin de encontrar una experiencia verdadera de Dios, con todos los sentidos, con toda la conciencia. Después de todo quién puede limitar los alcances de Dios si Él quiere infundirnos la experiencia de su presencia. Lo importante en todo caso es nuestra apertura y nuestra disposición…”…Habla Señor que tu Siervo escucha….”.

Comencemos a interesarnos en ese tipo de oración, con calma, sin apresuramientos, esperando todo en el Señor (que es quien hace la oración) y buscando los medios adecuados, aprendiendo e investigando. Nuestra cultura cristiana occidental es riquísima en estos temas, .."busca y encontrarás, toca y te abrirán..."

Como lo mencioné atrás, hace más de V siglos San Ignacio de Loyola le propuso al hombre moderno de su tiempo y al hombre posmoderno de éste: “sed contemplativos en acción”, que es el papel de nosotros los laicos: “están en el mundo, pero no son del mundo”.  El camino de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio es uno de tantos caminos para recorrer la escala espiritual (camino purgativo, de iluminación y de perfección) para llegar a nuestro destino final: estar en la presencia del Amado.





Empecemos con algo simple que nos recomienda san Ignacio: aplicar los sentidos y la imaginación a la oración, en este caso, gustar de la oración, disfrutarla, recuperar esa parte de placer espiritual, ese gozo y embeleso que sólo es capaz de darnos el Agua Viva.

Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. ¡Amén!







Si quieres saber más:

Método de  oración contemplativa. James Borst, Ed. Sal Terrae.
Diccionario de la Mïstica, Ed. Monte Carmelo.
Ejercicios Espirituales de San Ignacio.



[1] El quietismo (Lat. quies, quietus, inactivo, en reposo) en el sentido más amplio, es la doctrina que afirma que la más alta perfección del hombre consiste en una especie de autoaniquilación psíquica y la consiguiente absorción del alma en la Divina Esencia, aun durante la vida presente (http://ec.aciprensa.com/q/quietismo.htm)
[3] Mente Abierta, Corazon Abierto: La Dimensión Contemplativa Del Evangelio.  Thomas Keating,Ilse Reissner. http://www.lanubedelnosaber.com/wp-content/uploads/2009/03/mente-abierta-corazon-abierto.pdf
[4] Summa theologica, II-II, q.97, a 2 ad 2.

18 may 2012

Conversión

En el proceso de conversión, que por cierto dura toda la vida, se empieza por reconocer el mal y alejarse de el. Pareciera ser una tarea fácil, sin embargo en un mundo en donde cada vez más estamos expuestos a un sin fin de prácticas y costumbres ajenas a Dios la confusión es abrumadora y por ser tan habitual, se ve como normal.

En el caos se  mezclan herejías con verdades o más bien, con medias verdades,  presentándolas como deseables y hasta necesarias. Esto no es novedad, el mal para poder infiltrarse casi siempre se presenta con la apariencia falsa de bondad, de hecho existen infinidad de cosas malignas con aspecto de religiosidad; el problema es que muchos viven sin saber QUIÉN es la VERDAD y por lo tanto toleran, cuando no aceptan abiertamente “adoctrinamientos” que los inducen a admitir lo inaceptable. Primero de a poquitos, luego de a más.

Cuando nada se hace al respecto el círculo maligno se repite y se refuerza, adoctrinamiento – aceptación,- adoctrinamiento – aceptación,  separando cada vez más de nuestras vidas a Dios y por consecuencia alejándonos de nosotros mismos hasta el extremo del no reconocimiento personal, de la destrucción total.

Para estos casos la conciencia no ayuda mucho, no es de fiar, como no se ha alimentado se ha vuelto laxa, el alma está anémica y el corazón endurecido, tanto así, que la persona difícilmente se quiere acercar a Dios, su única salvación. De los amigos, ni hablar, están igual o peor que uno mismo.

Así las cosas, minuto a minuto, se pierden infinidad de almas.

Como esta realidad de las almas no es evidente resulta cómodo suponer que no es cierto, que no pasa nada, que ni el demonio ni el infierno existen, que no hay más allá, con lo que se  refuerza el círculo maligno y con ello las cadenas que atan al mal, se va cayendo cada vez más bajo y profundo, en espiral.

Eso es precisamente lo que el demonio quiere, engañar y perder almas. Y las almas, se están dejando engañar.

¿Cómo revertir el daño? ¿Cómo de-codificar?

Aunque a veces lo parezca no todo esta perdido, con Dios nunca se esta en obscuridad. Dios mismo nos dice:

«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida  Juan 14, 6

Recurrir a Dios es la opción, Dios es la solución. Y que se note que no se escribió la mejor opción, la mejor solución, es la única, no te dejes engañar. Nadie más te puede salvar.

Si de verdad estás dispuesto (a) Dios mismo te guiará, pondrá los medios, las personas, las formas, no te abandonará. Te aseguro que no será fácil pero que vale la pena tratar.

10 may 2012

Madre

Tanto han dicho de ti, ya los poetas
¿Qué puedo yo decirte, madre mía
que en mis palabras pobres e incompletas
no fuera repetirte:¡ Madre mía!
¿Qué puede concebir mi mente inútil
que no resulte poco a tu valía
si en mi triste existencia todo es fútil
y tú sólo eres luz, Oh madre mía?
Si en mi desdicha tú eres la esperanza,
y sólo en mis tristezas, alegría;
¿Cómo no he de entregarte mi confianza
si en mis noches tú sólo eres mi guía?
¿Que puedo yo decirte que no sea
repetir lo que antaño te decía?
No hay dicha tras la cual yo no te vea
o adivine tu mano, ¡Madre mía! 

Graciela Serna Grijalva

2 may 2012

El silencio de Cristo

Una antigua leyenda noruega nos habla de un hombre llamado Haakon, que cuidaba una ermita, a ella acudía la gente a orar con mucha devoción. En esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro. Un día, el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor, le impulsaba un sentimiento generoso. Se arrodilló ante la cruz y dijo: "Señor, quiero padecer por Ti, déjame ocupar tu puesto, quiero reemplazarte en la Cruz.", y se quedó fijo con la mirada puesta en la imagen, como esperando la respuesta.

El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras: "Hermano mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición".

¿Cuál Señor? -preguntó con acento suplicante Haakon-. "Es una condición difícil", -¡estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor!-. "Escucha. Suceda lo que suceda, y veas lo que veas, has de guardarte en silencio siempre". Haakon contestó: ¡Te lo prometo, Señor! y se efectuó el cambio. Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño colgado con los clavos en la Cruz.

El
Señor ocupaba el puesto de Haakon, y éste, por largo tiempo, cumplió el compromiso. A nadie dijo nada, pero un día llegó un rico; después de haber orado, dejó ahí olvidada su cartera. Haakon lo vio y calló; tampoco dijo nada cuando un pobre vino dos horas después y se apropió de la cartera del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después, para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje. Pero en ese momento, volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se volvió al joven y le dijo iracundo: "¡Dame la bolsa que me has robado!". El joven sorprendido replicó: "¡No he robado ninguna bolsa!". "¡No mientas, devuélvemela enseguida!". "¡Le repito que no he tomado ninguna bolsa!". El rico arremetió furioso contra él.

Sonó entonces una voz fuerte: "¡Detente!". El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. Haakon, que no pudo permanecer en silencio, gritó, defendió al joven e increpó al rico por la falsa acusación. Éste quedó anonadado y salió de la ermita. El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando la ermita quedó a solas, Cristo se dirigió al monje y le dijo: "Baja de la Cruz, no sirves para ocupar Mi Puesto, no has sabido guardar silencio". "Señor, ¿cómo iba a permitir esa injusticia?". Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante la Cruz. El Señor siguió hablando:

"Tú no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de un vicio. El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero. En cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría fatal; ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida. Tú no sabías nada, Yo sí sé, por eso callo". Y el Señor nuevamente guardó silencio.

23 abr 2012

Día del libro


Necesitamos aprender de nuestra fe y los libros son una excelente forma de acercarnos al conocimiento.

Dice el Señor:
Mi pueblo no tiene conocimiento,  por eso ha sido destruido
Oseas 4:6

Los libros pueden ser grandes medios de evangelización o tener influencia muy negativa sobre nosotros. Aprendamos sobre libros que formen,  que nos instruyan en el camino de verdad.   

La lectura es como el alimento; el provecho no está en proporción de lo que se come, sino de lo que se digiere. Padre Jaime Balmes  

A continuación transcribo algunas Máximas de Don Bosco sobre la lectura.

No leáis cualquier clase de libros, escoged los convenientes a vuestra edad, dejad los que pueden ser peligrosos para vuestra salud moral (VII, 292).

No leáis libros de cuya moralidad no estéis seguros, sin antes consultar a quien os pueda dar un justo criterio (XII, 149).

Si estimas vuestra fe, si apreciáis la salud del alma no leáis ningún libro, si antes no fuera aprobado por el confesor o por otra persona conocida y de acrisolada piedad, observad esto bien. (VII, 292).

El veneno es menos dañino para la juventud que los libros malos. En nuestros días, son más peligrosos aún porque abundan los disfrazados de religiosidad   (VII, 292).

Huid de las lecturas malsanas como de la peste (III, 176).

Para conservar la pureza, guardaos de toda clase de lecturas malas; también de las indiferentes, pues pueden ser de peligro para vuestra alma. (VI, 8).

Y recuerda
Tú vida puede ser la única Biblia que muchos lean.  Dichos de luz (185).

12 abr 2012

Vivencia

De verdad que los seres humanos somos mucho más complicados de lo que pensamos.  Queremos creer, algunos hasta se esfuerzas realmente en creer y  se disponen, estudian, están  sirviendo en algún ministerio, en algún apostolado, preparándose para aumentar su fe,  pero de la vivencia ¡nada! vivimos como si no creyéramos.

Defendemos la fe con la mente, pero el corazón está vacío.

Pareciera que nos empeñamos en buscar evidencias para no creer. Que si la situación mundial actual, que si la inseguridad, que si la desesperanza, que si los demás; todo el tiempo estamos poniendo la atención en lo malo. Nos la pasamos dudando, malinterpretando los continuos mensajes de amor de Dios, con miedo.

Nos acercamos a Dios con recelo como si nos fuera a rechazar y cuando logramos vencer este sentimiento queremos que nos trate con misericordia infinita y que su justicia  implacable caiga sobre los otros. 

¿Por qué se nos nubla el pensamiento y se pervierte el sentimiento? ¿Por qué de un momento a otro olvidamos que Dios  vino a rescatarnos, que es amigo de los niños, que perdona a la adúltera, que libera del pecado,  que cura a los enfermos, que acepta a todos sin excepción, que come con pecadores,  que se la pasa haciendo el bien?

¿Por qué cuesta tanto trabajo convencer y convencernos de que Dios es una buena persona, que se puede confiar abierta y absolutamente en Él, que no nos va a fallar, que es mucho más fuerte y mejor que nosotros, que todo lo puede?

Yo nunca he oído o leído que alguien que se haya acercado a Dios lo hubiera tratado con desprecio o lo hubiera ofendido o maltratado, al contrario, todos hablan de una experiencia positiva, plena, feliz.

Primera de Juan 5
Este es el mensaje que hemos recibido de Él y que les anunciamos a ustedes: que Dios es luz y que en Él no hay tinieblas.

Entonces, ¿qué sepulcros vacíos hay en nuestras vidas? ¿Qué tinieblas dominan nuestro interior, que no dejan brillar la luz del Resucitado? ¿Cuándo amanecerá para nosotros el primer día de la semana, el domingo sin ocaso, el día del Señor?

Alégrate,

¡Jesús ha vencido a la muerte!, ¡Jesús ha resucitado! 

Pero sobre todo, ¡vívelo!